Un nuevo líder para Venezuela
Finalmente hemos llegado al punto que confabula y relaciona todo lo
establecido anteriormente “el líder del movimiento”, el cabecilla de la
expedición; aquel con la responsabilidad de motivar y llevar a cabo todo lo
soñado por cada uno de los venezolanos. Hay ocasiones en la política donde vale
más ser de sangre caliente que un analista in extremis. En la historia de la
humanidad, son pocas las personas que pueden presumir de haber ostentado este
par de cualidades tan dicotómicas entre sí; es quizás esta la razón por la cual
los auténticos líderes históricos de este mundo no nacen cada década, sino con
suerte, quizás cada siglo. Quien juzgue con detenimiento y contemple las
situaciones con un análisis precavido y minucioso, difícilmente podrá ordenar a
una turba enfurecida salir a la calle con piedras y antorchas a reclamar por
sus derechos civiles; y no por cobardía, sino porque su razón le mostrará
siempre las consecuencias por delante, consecuencias que a lo mejor le
impedirán actuar y que a la larga terminará por dejar congelar dicho momento
histórico. Aquellos de sangre caliente manejarán un margen de error mucho más
grande en cuanto a sus decisiones, pero la gallardía para enfrentar las
consecuencias de sus decisiones, la determinación, el ímpetu, el coraje y
fuerza transmitida a sus seguidores en cada orden, absolverá a la larga cada
uno de sus pecados.
El
fanatismo político nunca será practicado por la masa pensante de cada
población. El fanático de apologías o ideologías, corresponderá siempre al grupo
de mayor número en toda sociedad (el no pensante) aquel que cree todo lo que
oye, todo lo que ve, todo lo que lee, y que entiende únicamente lo que los
otros le hacen entender. Esa persona, que estadísticamente representa siempre
la mayoría en todo Estado, es para todo dirigente político una mina de oro
dispuesta a reclutar a los de su especie; en tiempos agitados como estos, donde
entre los trabajos, el tráfico, las colas para realizar pagos, ir al banco, ir
al mercado, echar gasolina, y esperar por cada papelito o certificado
gubernamental ocupa la mayor parte del tiempo del ciudadano común, pedirle a
aquellas personas pensar y analizar la situación actual por sí mismos, es como
pedirles que dejen a un lado la comida y la bebida para sentarse a leer a
Homero escuchando música clásica. Claramente aquello es algo que nunca va a
suceder. Es el líder político quien debe tener un dominio total y absoluto de
la situación, conociendo las virtudes y deficiencias de sus prosélitos, y
también adversarios. En el macabro juego de la política no gana siempre el más
honesto, razonable y acertado; mejor dicho: muy pocas veces gana el más
honesto, razonable y acertado. Por lo general, suele ser el más oportunista,
mentiroso y embustero quien abrigará las urnas electorales de papelitos con su
nombre. La razón: demagogia. Y es este el nuevo instructivo que aquel con
aspiraciones de cambiar una nación en decadencia como lo es Venezuela, debe
asumir para poder salvarla. Ahora no se trata de ensayo y error. Se trata de
engaño y acierto (lo referimos anteriormente). A las masas hay que engañarlas
seduciéndolas con seguir complaciendo sus caprichos, cuando por detrás en
realidad estamos trabajando honradamente para sacarlos de ese pozo del cual
incomprensiblemente ellos no quieren salir. A ellos les pesa más las acciones
inmediatas que la razonabilidad a largo plazo, les enamora más un grito y un
improperio, que el respeto y estar vestido de saco, les seduce más la idea de
pisotear a su adversario, que estrecharse la mano con el vecino de al lado. En
fin, es otro tipo de pensamiento, es otro tipo de razonamiento que para poder
razonar deberemos cambiar nuestra propia forma de pensar; y si verdaderamente
queremos penetrar en esa masa intacta que protege las cúpulas del chavismo extremo,
habrá que practicar la fórmula de: engaño y acierto.
La
historia reciente en nuestro país, si algo nos ha enseñado es que
lamentablemente el camino del dialogo no es el que nos sacará de esta crisis.
Admiro a personajes políticos como Capriles por su talante pacífico y
democrático, pero lamentablemente quedó demostrado que esa actitud en Venezuela
no es la llave de ninguna puerta. Lo cierto es que somos latinos, de sangre
caliente, y colonia española; nuestra colonización no vino de parte de ingleses,
así que para el venezolano los modales están demás. El camino pacifista pudo
haber funcionado en la India (colonia inglesa), y realmente es el camino que a
mí en lo personal me hubiese gustado transitar, sin embargo yo no soy la masa, así
qué si verdaderamente queremos salir de este gobierno despótico y tirano, habrá
que tomar la calle y obligar a que respeten nuestros derechos ciudadanos, no
pedirlos, obligarlos; ya que si esta gente no ha entendido de razones en 15
años, no vengan a esperar que lo hagan ahora.
Anteriormente
ya hemos profundizado en este tema, a las masas no les simpatizan “los
intelectuales”, les provoca aberración, fobia, desagrado; aquello es algo
verídico, si existe en el universo una jerarquización de axiomas, éste estaría
en la cúspide. Aquel tipo razonable, que todo lo mide, que todo analiza, que a
todo encuentra una explicación, y que bajo ningún circunstancia deja escapar el
animal que lleva por dentro, no convence al electorado. Sí, la masa prefiere al
que grita, canta, salta, arremete, atropella, insulta, al que aparentemente no
tiene miedo, al que dice lo que se le venga en gana, al que no come cuento, el
que no elabora razones tan avanzadas que ni ellos mismos entienden, aquel con
su nivel cultural (o que al menos aparenta tenerlo), ese en el que ellos se ven
reflejados, ese que les hace decir: yo pudiera ser ese; y no el tipo que usa
términos confusos, que constantemente habla de economía, trabajo, y
sacrificios. La masa no quiere eso. El que inventó la expresión “pan y circo”
no pudo estar más acertado.
A
ese nuevo líder dispuesto a seducir las masas y trabajar honrada y
razonablemente, Venezuela le está esperando.
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