La sociedad parasitaria de Hugo Chávez
Un parásito es un organismo que se alimenta de las sustancias elaboradas por
otro ser vivo para sobrevivir, residiendo en su interior o superficie,
causándole al anfitrión una enfermedad o muerte sobrevenida. Los parásitos se
caracterizan por ampliar sus capacidades de supervivencia adaptándose a nuevas
especies con el fin de cubrir sus necesidades básicas y vitales, este proceso
puede crear la dispersión de propágulos (planta, hongo o bacteria) capaz de
desarrollarse por su cuenta, e ir creando así nuevos parásitos.
El caso venezolano
no es solo sujeto de estudio, sino también de terror, los parásitos han
existido siempre, pero que lleguen a dominar el cuerpo que habitan, es algo que
solo se veía en las películas de Hollywood con guiones paupérrimos, o en su
excepción, en caricaturas; creo que el último caso que recuerdo es cuando el
cerebro de Bob Esponja es dominado por Plankton (un copépodo de color verde)
para robar la receta de la Cangreburguer.
Pues bien, no tan
lejos de la realidad, el parásito de Fidel Castro fue mutando e instalándose en
cuerpos muchos más grandes para sobrevivir, durante décadas se mantuvo de la
sangre que chupaba de la Unión Soviética, tras la caída del muro de Berlín su
gente pasó hambre, hambre que solo era paliada por dinero ilegal
correspondiente a mafias, armas, y otros procedimientos turbios. Sin embargo,
las condiciones de vida eran muy deprimentes, y entonces Fidel conoció a quién
sería su nuevo huésped: Hugo Rafael Chávez Frías, quién a su vez se instalaría
sobre el cuerpo de Venezuela.
Como todo parásito
sigue siendo un organismo, puede verse convertido a su vez en hospedador de una
tercera especie. Al parásito que parasita a otro parásito se le suele
denominar hiperparásito, un ejemplo de ello son los virus satélites,
que requieren a otros virus para reproducirse.
Al ver a este
jugoso parásito, los ojos de Fidel brillaron, de todas las garrapatas políticas
en la tierra, Hugo Chávez era la que más sangre tenía para extraerle, y sin
haber asumido el poder, el líder de La Habana ya se le había montado encima, y
desde entonces, tomó el control de quien a su vez se apropió de Venezuela, allí
el problema apenas estaba comenzando.
Las células parasitarias
comenzaron a expandirse, se propagaron a través de una coalición política
llamada PSUV, y luego de a poco fue mutando en toda la sociedad y regándose por
todo el continente. En el año 1998, a pesar de las dificultades presentes en el
país, Venezuela era uno de los países más desarrollados de la región, con la
mejor nómina pública universitaria del continente, con uno de los ingresos per
capita más elevados de América Latina, unas condiciones de vida muy por encima
de la media en la región, y con una democracia que con todos sus desaciertos,
ya alcanzaba los 40 años de institucionalidad.
Un año después todo
esto cambió, el precursor de las sociedades parasitarias se instaló en el
poder, y empezó a promover políticas de Estado con la finalidad de convertir a
los venezolanos y a los pueblos de América Latina, en parásitos.
Del petróleo
venezolano se alimentaron más de una docena de naciones durante más de una
década: Bolivia, Nicaragua, Cuba, Argentina, Ecuador, Brasil, Uruguay, Guyana,
Surinam, Trinidad y Tobago, Dominica, San Vicente y las Granadinas, Haití,
Granada, El Salvador, Antigua y Barbuda, entre otras. Estos países a su vez,
apoyaban las políticas del cuerpo anfitrión, para que siguiera alimentándolos;
esta cultura parasitaria en un concepto macro, también se trasladó al micro y
fue propagando el virus dentro de la población venezolana. El discurso de la
garrapata mayor era muy sencillo: ustedes no se preocupen por trabajar ni
producir, yo los alimentaré, ustedes solo tienen que votarme, y yo les daré de
mi sangre. Un buen número de venezolanos compró la vida parasitaria, y a los
que no lo aceptaron, comenzaron a atacarlos y a destruirlos, con un virus tan
fuerte propagándose y sin las medicinas adecuadas, aquel que se opusiera a la
dinámica del parásito, moriría o se tendría que ir del Estado de la garrapata
mayor.
De esa manera
fueron pasando los años, hasta que el primer parásito (Fidel), chupó tanto la
sangre de su receptor (Chávez), que lo mató, sin embargo, como buen parásito
dotado de cualidades extraordinarias para la supervivencia, encontró otro
organismo del cuál alimentarse que pudiera satisfacerlo; allí apareció Nicolás
Maduro.
Nicolás Maduro pasó
a convertirse en el parásito mayor, pero la Venezuela de la cual todos
chupaban, ya estaba sumamente enferma, ya no le daba la sangre para alimentar a
tanta escoria y empezó a morir; los parásitos empezaron a emigrar, y los pocos
organismos vivos que en ese territorio sobreviven, lo hacen bajo condiciones
paupérrimas.
Cuando los
parásitos comenzaron a desprenderse, de pronto a las Islas del Caribe y a los
países de Sudamérica, ya no les pareció tan buena idea apoyar el concepto de
Estado parasitario, sobre todo, porque ahora ellos mismos estaban sufriendo los
efectos del parasitismo, pues cuando las bacterias ya no encontraron un lugar apropiado
en el cual desarrollarse, debieron emigrar y expandirse por toda América Latina
y el mundo (incluyéndome).
Los venezolanos
queriendo o no, terminamos convertidos en parásitos, en parias, gracias a las
políticas de la garrapata mayor, recorriendo diferentes latitudes y entornos,
abandonando nuestras raíces, y separándonos de nuestros óvulos para poder
alimentarnos. Afuera o adentro, lamentablemente, hoy los venezolanos son esa
polilla que se reproduce y causa desagrado, así se diga abiertamente o no, y el
cerebro de toda esta operación, nació, creció y se desarrolló en La Habana.
Las claves de la
cultura y las sociedades parasitarias siempre inician en el resentimiento y la
lastima, no hay mayor generador de desigualdad en el mundo que estos dos
sentimientos unidos, pues entre ambos son capaces de generar la mayor actitud
parasitaria ante la vida: el imperio es malo, allá tienes que trabajar, yo te
doy todo gratis y puedes depender de mí. De esa forma inician las relaciones de
dependencia, una relación parasitaria, que no es autosustentable y siempre
termina en enfermedad, tiranía, aberración o muerte.
No hay mayor daño
que se le pueda hacer a un individuo o a una sociedad, que hacerles creer que
ellos por sí solos no pueden, que necesitan de alguien o algo más, este es el
mayor generador de pobreza en la historia de la humanidad, y por supuesto, el
mayor repartidor de miserias.
Sientan miedo cada vez
que alguien les prometa regalarles todo sin hacer ningún esfuerzo, desconfíen
de los que prometen mucho a cambio de nada, pues estos individuos siempre
terminan fecundando parásitos que chupen de ellos, pero que a su vez les
permita mantener una relación de poder y dependencia.
Para alcanzar el
progreso los seres humanos deben ser autónomos, individualistas, productivos;
el colectivismo es el camino más rápido a la perdición. En Cuba, de 11 millones
de habitantes, solo 4 millones trabajan, los demás practican la vida
parasitaria, y las consecuencias están a la vista.
Si todas las especies
animales son capaces de proveerse sus propios alimentos y ser autosuficientes,
¿por qué los humanos no pueden hacerlo? ¿Por qué deben esperar a que alguien
más les diga cómo, cuándo y qué deben comer?
En la actualidad la
mayoría de parásitos que una vez invadieron Venezuela, evolucionaron y
encontraron nuevas formas de subsistir, sin embargo, hay un parásito que no
evolucionó y que sigue a diario chupando la sangre de Venezuela y todos los
venezolanos, ese parásito se llama “Cuba”, y hasta que no se logre despojar a
ese parásito de la superficie de Venezuela, difícilmente logre superar su
enfermedad. La razón de todo esto es muy sencilla, este parásito no tiene más
cuerpos para alimentarse, Venezuela es su última esperanza, es por ello que
este gran parásito ha enviado pequeños piojos y garrapatas a cuidar del
anfitrión, si la sociedad parasitaria muere en Venezuela, el statu quo de Cuba
desaparecerá por completo, es decir, la cadena se romperá, el parásito mayor
habrá muerto.
Los venezolanos
queremos dejar de ser parias, queremos dejar de ser parásitos, queremos
evolucionar, como lo hicieron otros parásitos en el pasado. La cura contra esta
enfermedad, contra este grave parasitismo es una sola, y esa involucra el
atacar a los parásitos invasores con un ejército de probióticos provenientes
del norte, esto en vista de que por las buenas los parásitos no se han querido
ir.
Habiendo desalojado
las bacterias solo queda una misión por realizar: no permitir más nunca que
Venezuela se convierta en una sociedad parasitaria.
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