El agotamiento de la vida útil de las amenazas
Maquiavelo decía
que para permanecer en el poder era indispensable saber administrar bien las
crueldades, en eso sin duda alguna Nicolás Maduro ha sido muy eficaz.
La política es
un compendio de relaciones sociológicas, que a su vez se nutre de factores
psicológicos individuales de sus protagonistas principales.
Las amenazas
tienen una vida útil, esto aplica en todos los campos de las relaciones humanas
y sociales; desde las relaciones sentimentales, cuando la mujer dice: ya, esta
es la última o se acaba, e incluso en las relaciones comerciales, cuando el
proveedor dice: ya, o me pagas o vamos a la corte; algo similar ocurre con las
relaciones políticas.
Si tú mujer te
dice que si la vuelves a engañar se acaba, pero lo vuelves a hacer, y ella
sigue ahí, entonces lo vuelves a hacer una vez más, y otra, y otra, y otra,
ella te sigue amenazando, pero pierdes el miedo, porque sabes que no es capaz
de cumplir, entonces las amenazas ante la falta de acciones se disipan, pierden
su poder de coerción.
Haciendo un
símil con el pugilismo, hoy la organización criminal liderada por Nicolás
Maduro, es el boxeador que se atrinchera en una esquina del cuadrilátero,
esperando tomar aire, respirar, coger vida de nuevo, y escapar al asedio de su
contrincante. Puede caer a la lona, pero si el conteo no llega a 10 no ha
perdido, entonces se levanta, vuelve a la batalla, su oponente le tiene
compasión, lo golpea, le da un gancho de izquierda, otro de derecha, está
sangrando, pero no termina de darle el KO. En la epopeya ese boxeador es capaz
de tomar fuerza de donde no la tiene, para que a pesar de la adversidad y de
que sus opciones de triunfo se hayan disminuido considerablemente, pueda enviar
un gancho directo al rostro y desencajar la quijada de su adversario.
¡Sorpresa!, dejaste respirar a tu enemigo, no lo terminaste de eliminar, lo
dejaste deambular por el cuadrilátero, y ahora ha sacado un golpe mágico que te
ha tumbado.
Game over!
El “todas las
opciones están sobre la mesa”, ha pasado a convertirse en la versión moderna de
“El tiempo de Dios es perfecto”, frases que en la emotividad inicial generan un
respaldo masivo, pero que ante la ineficiencia de desempeño en el tiempo,
empieza a generar repudio en la sociedad.
Es difícil
precisar quién es el responsable de que las amenazas de una acción contundente,
o la aplicación de la fuerza militar no se hayan concretado. Cada país defiende
sus intereses, por más que la situación de Venezuela sea desesperada, la
intervención militar unilateral o multilateral, no es una decisión exclusiva de
Juan Guaidó, de hecho, probablemente en el compendio de mandatarios con la
potestad de tomar esta decisión, es quizás de los que menos peso tenga, porque
lo importante es que Iván Duque esté dispuesto a prestar su territorio y
componentes militares para iniciar una campaña, que Donald Trump termine de
derrumbar a sus adversarios en el senado y la media para poder enviar los
marines, y que Jair Bolsonaro sencillamente se decida.
Lo cierto es que
el chavismo es la reconstrucción política de Floyd Mayweather, es ágil, es
rápido, medidor, estratégico, en vista de su fuerza inferior evita la
confrontación directa, corre por el cuadrilátero, y solo lanza un golpe cuando
se percata de que no hay forma de que falle.
La detención
arbitraria de Roberto Marrero es otra prueba más de que en el juego político
los chavistas no son unos novatos, sopesaron las amenazas, se acuartelaron,
evitaron meterse con el presidente interino ante la presunta acción de los
Estados Unidos; entonces tomaron aire, prestaron atención a las declaraciones
del Grupo de Lima donde indicaban que la intervención militar estaba
descartada, vieron con el tiempo que tenían margen de maniobra, y arremetieron
contra el círculo cercano de Juan Guaidó, ¿por qué lo hicieron? ¿O para qué lo
hicieron? Fue simplemente una acción que buscaba medir una respuesta, su
intención no era otra que sopesar el discurso del gobierno norteamericano, hoy
día ya tienen una respuesta, quizás no una definitiva, pero se van armando una
idea.
La vida útil de
las amenazas ya expiró, no importa que la comisionada Bachelet haya dicho en su
informe de la ONU que Venezuela atraviesa una crisis humanitaria, no interesa
que los gobiernos de la región desconozcan al régimen, tampoco que el
Departamento de Estado Americano siga imponiendo sanciones contra el aparato
dictatorial, ellos siempre encontrarán una forma de financiación
(narcotráfico), siempre tendrán a la mano mecanismos de manipulación ideológica
y audiovisual, siempre van a evadir la realidad, y al menos que la fuerza los
obligue a dejar de hacerlo, no van a parar en su acometido de destruir las
vidas de 30 millones personas, con tal de ellos no caer en desgracia.
El ring se
empequeñece y queda reducido de pronto a dos protagonistas: Trump y Maduro,
todo se resume a si Trump quiere emplear la fuerza o no; de ser así, el
dictador solo puede sucumbir, pero para que ello ocurra, primero hay un trance
diplomático que debe resolverse en el norte.
Un grupo
opositor comandado por Antonio Ledezma y María Corina Machado insisten en la
aplicación del artículo 187 # 11. Luis Almagro desde la OEA proclama la
activación del R2P, lo cierto es que esto dejó de ser un asunto jurídico, y se
reduce tangiblemente a lo político y social, lo único que importa es, ¿quiere
Donald Trump acabar por la fuerza con Maduro?
De momento sus
amenazas se quedaron sin aire, si realmente quiere quebrar a la dictadura, va a
tener que actuar.
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