De la Falta de Soberanía
¿El imperio? China, Estados Unidos, Cuba, Francia, Rusia, Groenlandia,
Marte, Júpiter, Galaxia A523. Si de algo ha carecido Venezuela y sigue
careciendo es de soberanía, independencia cultural, originalidad y
emprendimiento. Salvo aquellas hazañas realizadas hace dos siglos cuando entre
Miranda, Bolívar, Páez, y muchos otros se dieron a la tarea de sacar a
espadazos a los españoles, Venezuela ha vivido inmerso en una ola absurda de
falta de ideales propios que no ha permitido que se cultive en el país un
sentido de pertenencia absoluto, y que a su vez ha conllevado en repetir una y
otra y otra vez la historia del modelo político erróneo o fracasado.
Sí, desde hace mucho antes de que muchos de nosotros naciéramos
Venezuela ha ido importando modelos de Estados, ordenamientos constitucionales,
esquemas económicos, leyes penales, civiles y mercantiles, en fin: nuestra vida
social y política se ha basado en ir copiando de países totalmente ajenos y
distintos al nuestro todo aquello necesario para el funcionamiento de una
nación; el resultado: caos, confusión, desinterés, apatía; lo que se sintetiza
en (falta de amor a la patria) que es lo que otros han querido llamar
erróneamente “nacionalismo”.
Actualmente en el proceso del Siglo XXI, vivimos en un meollo particular
heredado por el difunto Presidente Chávez ¿Qué es mejor? ¿El Imperio gringo o
el Estado cubano? A esa pregunta ampliamente discutida de seguro por una gran
mayoría de nuestros ciudadanos yo respondería: ¿acaso importa? A mi parecer ha
llegado la hora de sacar la bandera amarillo, azul y rojo ya sea con siete u
ocho estrellas y hacerla relucir. Solo los países afortunados de ostentar una
política interna transparente, eficiente y ejemplar pueden darse el lujo de
mirar a los lados y decir que está bien y que está mal, Venezuela, ya sea por
influencia gringa, cubana, rusa, china, masónica o lo que sea, está bien lejos
de contar con un país dotado de seguridad jurídica y económica, lo cual debería
ser una razón más que suficiente para cerrar los ojos y dejar de mirar afuera,
y empezar a ver qué es lo que pasa adentro.
¿Cuál es el problema de mirar tanto afuera? Código civil español, código
penal italiano, código mercantil de cien años, políticas de gobierno cubanas,
ciudadanos americanizados, y ¿dónde queda Venezuela?...
En su momento cuando por allá hace mucho tiempo se concibió crear un
ordenamiento jurídico para regular las relaciones sociales y comerciales de los
ciudadanos, se hizo precisamente con el fin de atender las necesidades básicas
de la sociedad, de sopesar y poner en una balanza todas esas deficiencias que
debían ser cubiertas por las leyes para hacer de las grandes ciudades,
posteriormente, muchos años y siglos después convertidos en “Estados” lugares
donde oportunamente pudiese reinar la paz y la justicia; lo cual asumo es el
fin de toda sociedad. Entonces volvemos a hacer la misma pregunta, ¿cuál es el
problema de mirar tanto afuera? Pues no habrá que ser un genio para
descubrirlo; el problema radica en que al copiar tanto modelos económicos, como
políticos y jurídicos de otros Estados, copiamos todo aquello que ha sido
elaborado por ellos para tratar sus problemas, deficiencias y conflictos, no
los nuestros.
Si Venezuela, como país exportador de petróleo qué es, de infinitas
riquezas minerales, innumerables atractivos turísticos, dotados de una masa de
ciudadanos sumamente talentosa, insiste en copiar modelos chinos, cubanos, o
americanos; reiteraremos una y otra y otra vez el mismo error ¿La razón? No
somos Cuba, ni los Estados Unidos de América, somos Venezuela, al menos eso
dice la constitución. Y a problemas venezolanos, lo que necesitamos es
soluciones venezolanas.
Por motivos extraños, y totalmente ajenos a mi entendimiento, el
político venezolano se ha pasado la vida “hablando paja” sin elaborar proyectos
a largo plazo, sin intentar crear un modelo de Estado que diga “Hecho en
Venezuela” no MADE IN CHINA o manufacturado por la República de Cuba, o… bueno
creo que no hace falta insistir en el tema, pretendo que ya se entendió el
punto. Venezuela tildado por muchos y quizás todos “El país de las oportunidades”
ha perdido precisamente eso: la oportunidad. A mi parecer, muy al contrario de
lo que muchos piensan, el decaimiento de Venezuela como nación vino a darse
mucho antes de que Chávez tomara el poder, si yo algo le respeto y aplaudo a
ese señor fue el hecho de tratar de revivir ese sentimiento de amor a la madre
patria, de querer a Venezuela, de ponerse una chaqueta tricolor; eso sí, se lo
aplaudo y respeto a medias, porque en la vida uno no puede ser tan dicotómico e
hipócrita (y esto lo digo con todo respeto) porque eso de andar promulgando
amor a la patria, y a su vez jurar lealtad a la bandera cubana y andar enviando
millones de dólares a otro país, mientras en Venezuela vivimos quizás el mayor
caos de toda nuestra historia republicana, no es algo que guarde mucha
coherencia.
Es cierto también, el cambio empieza por uno, por el ciudadano común,
por el que va a pie por la calle hablando con el vecino y mira que falla y que
no en el país. ERROR garrafal,
número uno, de primerito en la lista del venezolano: no apreciar lo que tiene.
Destino turístico: Estados Unidos, Francia y España. Restaurantes:
italianos, mexicanos, chinos. Literatura: Argentina, colombiana, anglosajona.
Música: todo lo que venga de Estados Unidos y MTV. Equipo de fútbol: Real
Madrid. Beisbol: Los Yankees. Ropa: Hollister, Lacoste, Diesel, Nike. Cine:
Hollywood. Pintor: Botero, Pérez Alcalá, Picasso. Ejemplo a seguir: Mandela.
Lugar ideal para vivir: fuera de Venezuela.
Sí, tampoco hay porque ser extremista, no digo que no pueda admirarse lo
que hay afuera. Nadie puede negar que el mejor fútbol del mundo, quizás de la
historia, le pertenece al Barcelona, que todos quieren conocer la torre Eiffel,
que Borges es un ejemplo para la literatura, que la pizza y la pasta son quizás
insustituibles, y que nada como Nike o Adidas; pero… ¿y lo nuestro? ¿Quién dijo
que el cine venezolano es malo? ¿Dónde quedan los amigos invisibles, Ricardo
Montaner y Simón Díaz? ¿Las arepas y el pabellón? ¿El Salto el Ángel, Los
Roques, La Gran Sabana, Margarita, Mérida, los cayos, los Médanos de Coro, la
parte cultural de Caracas? ¿El Deportivo Táchira, los Leones del Caracas?
¿Armando Reverón, Arturo Michelena, Carlos Cruz-Díez? ¿Gallegos, Eduardo
Liendo, Federico Vegas? La UCV, USB, UNET, UCAB, LUZ, ULA, UCAT, el ingeniero
venezolano, el tan capacitado médico venezolano, el arquitecto, el futbolista, el
abogado, el obrero, el docente, el chef, y todos esos jóvenes con sueños
maltratados por qué piensan que el motivo de sus ilusiones no pueden hacerse
realidad en el lugar en el que nacieron. Si existe un pecado enorme e
imperdonable que ha cometido y sigue cometiendo Venezuela durante estos últimos
años es la fuga de talentos. Profesionales de toda índole: administradores,
contadores, ingenieros, médicos, arquitectos, odontólogos, politólogos,
docentes, físicos, químicos, antropólogos, veterinarios, matemáticos,
bioanalistas, farmacólogos, y demás, graduados en casas de estudio superior
totalmente patrocinadas por el Estado abandonan el país tras conseguir sus
títulos profesionales. Esto en una referencia personal podría verse como algo
malagradecido, desagradable, aprovechado e inexcusable; sacar una carrera
profesional totalmente gratis, algo que es prácticamente imposible en cualquier
otro lugar del mundo, para apenas graduarse irse a otro país a sacar provecho
de los conocimientos adquiridos de forma gratuita por el Estado venezolano. Sin
embargo, ¿quién puede culpar a ese joven emprendedor y profesional de no querer
hacer vida profesional en Venezuela? Con los paupérrimos sueldos existentes (si
es que se consigue trabajo), la escasa seguridad jurídica, la inexistente
motivación a la inversión privada, y la inmensa corrupción imperante en el
país, ¿cómo culparlos de querer abandonar el lugar que les dio todo?
En Venezuela una enorme cantidad de artistas ven imposibilitados sus
sueños de vivir gracias a sus artes, pero a diferencia de los miles de
problemas que abordan nuestro país, esto es más culpa del ciudadano que del
político. El ciudadano venezolano se ha caracterizado por la indiferencia hacía
las distintas manifestaciones artísticas y representantes de cualquier ámbito en
nuestro país. Músicos olvidados, pintores sin apoyo ni lugares para exhibir su
arte, escritores marginados sin espacio en las librerías venezolanas, un
mercado venezolano donde el producto venezolano es el más recóndito de todos.
Cabe entonces preguntarse ¿Por qué? ¿Por qué ese desprecio hacía lo nuestro?
¿Por qué la falta de reconocimiento hacía los valores personales que emergen en
Venezuela? ¿Por qué es hasta el 2014 cuando a duras penas y tras un bombardeo
publicitario excesivo que la gente decide colocarse la franela vinotinto y no
la de Argentina o Brasil? Bien, lo único cierto en todo esto es que un país
donde no se apoyen las expresiones artísticas, deportivas, e intelectuales,
donde no se haga más que criticar y menospreciar a los nuestros, donde sigamos
consumiendo e importando todo de afuera y no se valore realmente lo que tenemos
adentro, es un país que inevitablemente va encaminado al fracaso. Así como las
empresas, las sociedades, también los países deben funcionar como una gran
familia, apoyándose todos entre todos. Aquel con una familia unida y cariñosa,
podrá acariciar el fracaso pero tendrá siempre fuerzas para levantarse, si
aquello aplica en las familias, en las comunidades, ¿por qué no aplicarlo en
las ciudades? Mejor dicho ¿Por qué no aplicarlo en toda Venezuela?
Independientemente de la ideología política que defienda cada quien,
nadie en su sano juicio puede refutar que el bien común debe estar por encima
del bien personal; y el bien personal como parte de ese proceso de crecimiento
se verá gratificado y mejorado, cuando el bien común se asiente.
Pongamos un ejemplo claro y sencillo de lo que debe y no debe hacerse,
sobre el bien común y el bien personal: En una ciudad donde reina la
delincuencia y el desempleo existen diez hombres adinerados que en vista de la
situación actual del país deciden invertir su dinero en bienes extranjeros,
trasnacionales y empresas fuera de Venezuela. Pues bien, su dinero está seguro
fuera de Venezuela, pero a lo mejor su integridad física, su propiedad privada
y la crianza de sus hijos no está en las mismas condiciones, si hay doscientos
hombres fuera de su casa sin empleos y con estómagos vacíos.
Ahora si esos mismos diez hombres, hubiesen creado diez empresas y cada
una de esas empresas le da empleo a veinte personas, nos quedamos sin hombres
desempleados, con dinero productivo, y sin malandros en la calle. El bien común
les ha favorecido a todos, los empresarios tienen su dinero productivo y sus
hijos pueden caminar seguro por las calles. Pero por supuesto, las condiciones
para que todo este se dé tienen que iniciarse por parte del Estado, y esa es
una de las miles de cuestiones que tienen que cambiar para que este país eche a
andar.
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