El holodomor venezolano
Ciudadano
argentino, chileno, americano, colombiano, español, y de cualquier parte del
mundo, si mañana le escribiesen al correo electrónico, a LinkedIn, o a
cualquier medio de contacto a ofrecerle una propuesta de trabajo, en la cual le
prometen todos los beneficios de la ley, y al final el empleador le dijera: usted trabajará 8 horas al día, 5 días a la
semana, y su pago mensual será medio kilo de leche en polvo, ¿usted
aceptaría? Por supuesto, no hay ni que preguntarlo, la respuesta es un rotundo
NO, ahora, ¿por qué un venezolano debería aceptar trabajar bajo estas
condiciones?
Las desastrosas
políticas económicas tomadas por el gobierno socialista de Hugo Chávez y
Nicolás Maduro, sumado a la destrucción de la empresa privada, el saqueo
organizado de la nación, los índices de corrupción más elevados de América
Latina, junto al latrocinio de PDVSA convirtieron a Venezuela en un cementerio
de gigantes proporciones, un depósito de cadáveres, un lugar donde la vida no
es posible, donde la economía se convirtió en una auténtica locura. Que el
sueldo mínimo decretado por el Ejecutivo Nacional solo permita comprar un
condimento de ajo picado al mes lo explica todo. Sí, tal cuál como lo lee, un
sueldo mínimo mensual es el equivalente a un pote de condimentos, o a medio
kilo de leche en polvo, esto ayudará a entender porque los venezolanos salen de
su tierra recorriendo miles de kilómetros caminando, o se van por el norte en
lanchas y balsas buscando tierra firme que los alimente.
En la Venezuela
de hoy, el sueldo mínimo es de 18.000 bolívares, el equivalente aproximado a 5
dólares al mes; la hiperinflación en Venezuela es tan absurda, que los precios
han superado la barrera del dólar, lo que quiere decir que el país petrolero ha
destrozado hasta el poder adquisitivo del dólar. Esto se traduce en que además
de que los venezolanos ganan una miseria, los productos en el mercado son de 2
a 6 veces más costosos que en una economía como la colombiana, por poner un
ejemplo cercano.
Los últimos días
tuve la oportunidad de volver a mi país y aproveché de ir a un par de
supermercados para hacer un pequeño sondeo, la realidad que me encontré fue la
siguiente:
—
Detergente de ropa, 2 litros: 58.600 bolívares
—16 USD— (Un venezolano promedio debe ahorrar más de tres meses para poder
comprar detergente y lavar su ropa).
—
Pasta, 1 kilo: 7.000 bolívares —2 USD— (Con el
sueldo mínimo un venezolano puede adquirir 2 kilos y medio de pasta al mes).
—
Pasta de tomate: 19.642 bolívares —5.3 USD— (La
pasta se deberá comer pura, porque para comprar una salsa se debe trabajar más
de un mes, y aun así no alcanza).
—
Jamón de pechuga de pollo: 18.000 bolívares —5
USD—, 500 gramos, ¿alcanzarán 500 gramos de jamón para alimentar una familia
por un mes?
—
Manzana por kilo: 33.151 bolívares —9 USD— (Un
sueldo mínimo no alcanza ni para un kilo de manzanas).
—
Litro de leche: 5.750 bolívares —1.57 USD—
(Afortunado el que pueda comprar 4 litros de leche al mes).
—
Kilo de sal: 6.195 bolívares —1.70 USD— (Por el
trabajo de un mes un venezolano promedio podría comprar 3 kilos de sal, solo
que no tendrá en que usarla; esto ni en los tiempos de esclavitud).
—
Litro de aceite: 17.000 bolívares. —4.65 USD—.
—
Condimento de ajo picado, 55 gramos: 21.000
bolívares —5.75 USD—.
—
Toddy 400 gramos (Leche achocolatada) 29.000
bolívares —7.95 USD—.
—
Lavaplatos de 600 ml, 22.811 bolívares —6.20
USD—. (Afortunadamente los venezolanos no deben preocuparse por esto, puesto
que no hay dinero para comer, así que el lavaplatos realmente no es necesario).
En los últimos
días personalidades del mundo se han atrevido a cuestionar la severidad de la
crisis venezolana, personas como Almudena Grandes, la comisionada Bachelet,
Carlos Montero, entre otros, han intentado poner en tela de juicio la magnitud
de lo que viven los venezolanos. Después de un par de meses vine por un par de
días a Venezuela, en el momento en que escribo estas letras mi casa tiene 32
horas sin luz, previo a ello también tenía 23 horas sin agua; esta tarde para
poder trabajar tuve que salir a comprar una pimpina de gasolina, pagué 20.000
pesos colombianos, es decir, más de un sueldo mínimo venezolano para poder
prender una planta y así cargar mi computador. La catástrofe del socialismo es
tal, que en Bogotá pago aproximadamente 50.000 pesos mensuales por el servicio
de electricidad durante todo el mes, aquí debo pagar 20.000 pesos para encender
una planta que me permita cargar mi computador, y me dará una energía limitada durante unas 16 horas cuando mucho (no puedo
prender aires acondicionados, neveras, u otros artefactos eléctricos). Algo
similar ocurre con el agua, en ciudades como Caracas, Maracaibo, Valencia,
entre otras, las personas se han visto obligadas a pagar por cisternas de agua
para así poder bañarse y medianamente limpiar sus hogares, cabe acotar que las
cisternas se pagan en dólares, y sus precios van desde los 100 a 120 dólares
(20 sueldos mínimos de un venezolano).
Si alguno sigue
teniendo dudas de la catástrofe del socialismo, este artículo le servirá para
aclararlo; es falso eso de que los servicios son gratuitos, se pagan: allí va
el dinero de los contribuyentes y en el caso venezolano también el dinero
estatal proveniente del petróleo, aun así no funcionan, y los ciudadanos que
tienen la capacidad de costearlo deben pagar de 2 a 10 veces más de lo que se
paga en cualquier otra economía para poder costear un suministro limitado de
agua, luz, gas, internet o gasolina. Sin embargo, para un porcentaje sumamente
elevado de la población, esto no entra en sus prioridades, pues su condición
económica únicamente les permite buscar que comer a diario, de allí a que se
vean los basureros abarrotados de jóvenes desgarbados luciendo sus huesos como
adornos en la piel rompiendo bolsas negras, buscando desesperadamente algo que
les de energía para sobrevivir otro día más, sin importar que las infecciones o
bacterias que habitan esos lugares los maten primero; es la desesperación la
que los lleva a actuar así.
El hambre en
Venezuela no es un invento de las cadenas norteamericanas, no es parte de una
batalla ideológica, es un asunto palpable, y cualquiera que viaje a Venezuela
puede verlo con sus propios ojos, puede ir por la calle y preguntarle a un
ciudadano común: ¿cuánto gana usted?, y luego dirigirse a un supermercado para
verificar los precios que he señalado anteriormente (los cuales seguramente en
un par de días ya se habrán duplicado o cuadruplicado).
En la antigua
Unión Soviética, Stalin y su partido de gobierno se encargaban de bloquear a
nivel nacional e internacional, todas las noticias que denunciaran el hambre
que vivía su gente, la hambruna que mató a millones de personas. En esos
tiempos era común que pueblos separados por menos de 100 kilómetros, no se
enteraran que en la última semana 2000 vecinos suyos habían fallecido por
desnutrición. En Venezuela esto no difiere en demasía, no hay estudios, ni
datos de parte del Gobierno que anuncien la cantidad de personas que mueren a
causa de la desnutrición, ni las que se encuentran en condiciones paupérrimas
de vida.
Un estudio
reciente de la ONU estima que 7 millones de venezolanos necesitan de manera
urgente ayuda humanitaria, es una catástrofe sin precedentes para un país
sudamericano, una crisis nunca antes vista en una nación petrolera, cabe acotar
(la de mayores reservas petroleras del mundo), en teoría, la cuál debería ser
una de las economías más sólidas y estables del continente.
Los venezolanos
carecen de comida, de energía eléctrica, de agua potable, de gas, de combustible,
de una moneda estable que les permita ingresos razonables, carecen de poder
adquisitivo, de medicamentos, y en definitiva, carecen de unas condiciones de
vida dignas en pleno Siglo XXI.
La pregunta de
hoy, mañana y siempre, hasta que la mafia chavista abandona el poder, seguirá
siendo la misma: ¿Cuánta gente más tendrá que morir antes de que actúe la
comunidad internacional? ¿Qué otras pruebas hacen falta de que lo que se comete
en Venezuela es un brutal genocidio? ¿Hasta cuándo se harán de la vista gorda
con las torturas que sufren a diario todos los venezolanos?
Cada minuto que
un representante de algún alto gobierno pasa intentando mediar en la crisis
venezolana, se firma la sentencia de muerte de un nuevo venezolano. Es por ello
que la palabra paciencia o resistencia, condicionan la cordura de los
venezolanos.
En Nueva York,
Bogotá, Buenos Aires, Madrid, Sao Paulo, Londres, Santiago de Chile, el tiempo
se cuenta en minutos. En Caracas y el resto de Venezuela, el tiempo se cuenta
en muertos.
PD:
Si ustedes logran leer este artículo, quiere decir que salí de casa para que mi
teléfono tomara datos, conecté mi computador a los datos del mismo, y así pude
enviar este correo a mi editora Priscila.
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