Los años robados


Cuando la bala se alojó en el pecho de Jairo Ortiz tenía 19 años de edad, su cuerpo impactó contra el suelo, rápidamente los rastros de signos vitales desaparecieron, y su existencia quedó solo para el recuerdo. A Jairo, sus familiares, y seres queridos, les robaron al menos cincuenta años de vida, cincuenta años en los que Jairo escribiría una treintena de poemarios, despacharía unos dieciocho mil abrazos, haría el amor cuatro mil doscientas treinta veces con su esposa, besaría a sus hijos a lo largo de catorce años antes de irse a dormir, y le alegraría la vida al menos a trescientos cuarenta y ocho seres humanos a lo largo de su existencia. Con la desaparición física de Jairo Ortiz miles de situaciones que debían desencadenarse nunca ocurrirán, su trabajo inspirador no llegará nunca a la mente de los más jóvenes, ya que le coartaron la posibilidad de desarrollarlo, y aquello trae sin duda alguna un sinfín de circunstancias negativas para todos los que pudieron alguna vez codearse con Jairo; el universo sufrió una pérdida irreparable e inesperada.
Luego de la muerte de Jairo Ortíz, vino la de Daniel Queliz (19), Miguel Colmenares (36), Brayan Principal (14), Gruseny Calderón (32), Carlos Moreno (17), Paola Ramírez (23), y muchas otras que han ido sumándose hasta las más recientes, como la de Juan Pablo Pernalete (20), quien recibió el disparo de una bomba lacrimógena en su pecho, la del joven músico, y miembro del sistema de orquestas venezolano, Armando Cañizales Carrillo (18), y la más reciente, la de Miguel Castillo Bracho (27), comunicador social recién egresado de la Universidad Santa María.
Son 50 asesinatos producidos durante las protestas en contra del régimen de Nicolás Maduro, 11 de ellos no reconocidas por el Ministerio Público, esas 50 muertes suman cientos de años de vida que Nicolás Maduro le ha robado a cientos de familias venezolanas; a partir de ello habrán innumerables niños que nunca nacerán, que nunca tendrán la oportunidad de venir al mundo porque Nicolás Maduro mató a su ascendencia, también habrán miles de notas musicales que nunca se reproducirán, artículos de prensa que jamás serán redactados, partidos de baloncesto que nunca serán jugados, y miles de relaciones sociales, afectivas y comerciales que nunca podrán llevarse a cabo. Desde los sueños de un niño de 14 años, hasta los amoríos de una mujer en sus veinte que jamás podrá casarse ni presentarle a su madre sus nietos; los años robados no son cualquier cosa, la muerte no produce solo una defunción, sino un cambio en el destino de todos los que por cualquier circunstancia pudiésemos habernos visto tocados por los seres humanos que dejaron de existir. Perdimos futuras madres, futuros padres, futuras familias, futuros maestros, médicos, escritores, deportistas, ingenieros, comediantes, artistas, inventores, futuros proyectos, perdimos muchos agentes de bien, pero sobre todo perdimos futuros besos, futuros abrazos, futura esperanza, y futuro amor.
No exijamos venganza, exijamos justicia, exijamos libertad, y convirtamos desde el humilde aporte que cada uno de nosotros pueda obsequiar, a Venezuela en el hermoso país que soñaron a los que el gobierno le robó los sueños con balas, y a los que tenemos la oportunidad de seguir luchando por él.


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