Una venezolana más
Al mundo ha llegado una venezolana
más, se trata de mi primera sobrina, su nombre es Clarissa, muchos se
preguntarán, ¿qué tiene de relevante su nacimiento? Y bueno, tiene muchísima
relevancia, puesto que desde su llegada a la tierra, mis anhelos solo pueden
traducirse en que sea capaz de crecer en un país mejor. El ser humano tiene un
sentido maternal por excelencia, todos queremos siempre que nuestros allegados
y familiares crezcan y se desarrollen en ambientes sin hostilidades y las mayores
comodidades posibles. ¿Es mucho querer desear que mi sobrina crezca en un país
sin intolerancia política? Para el momento en que ella abrió sus ojos y se topó
con el mundo exterior no sabía dónde estaba, solo vio luces blancas en un
pabellón y un montón de hombres extraños cubiertos con batas. Llorando pedía
que la acercaran a su madre, que la devolvieran a su caparazón, de seguro si
desde el vientre escuchó las noticias pensó que no quería salir a la calle a
hacer cola por horas para recibir sus alimentos, o ser expuesta a la pasmosa
delincuencia.
Los niños no tienen la culpa de la
situación en que se encuentra nuestro país, así como yo tampoco la tuve cuando
a mis siete años dio inicio la denominada “Revolución del Siglo XXI”; de eso ya
pasaron casi dos décadas, ya no puedo seguir sintiéndome una víctima del
proceso, sino al contrario, un culpable de la inacción. Los jóvenes de nuestro
país, mis amigos, primos, conocidos, han decidido emigrar en grandes
porcentajes, solo en mi grupo cercano de amigos, de 12 quedamos 4, y así, así
no se construye el futuro. Para mi sobrina no quiero una emigración forzosa, no
quiero que sus padres deban abandonar la tierra que la vio nacer para poder
brindarle mejores condiciones de vida, no quiero que sea criada lejos de sus
abuelos, y por supuesto, tampoco quiero que esté lejos de mí. El nacimiento de
una venezolana más es una sensación en la que todos podemos sentirnos partícipes
e identificados, puesto que a partir de ahora un nuevo ser humano formará parte
de nuestro querido país; ella, al igual que muchos otros niños sale de su
vientre a mezclarse en la sociedad venezolana, y si algo nos ha caracterizado a
nosotros los venezolanos es precisamente la calidez, la armonía, ¿vamos ahora a
permitir que estas nuevas criaturas inofensivas e inocentes sean recibidas en
este mundo en medio de la escasez, la delincuencia, la corrupción, la barbarie,
los insultos, la intolerancia, y el miedo? ¿Vamos a permitirlo? Mi anhelo es
que logremos dejar nuestras diferencias ideológicas y emocionales de lado para
dedicarnos juntos a construir un mejor futuro para aquellos que vienen en
camino, no es un acto de altruismo, o bondad, es sencillamente un acto de
racionalidad y coherencia, ¿cómo podemos privar a esos infantes de andar a bicicleta
por las calles, de tomarse su tetero, y de compartir a diario con sus abuelos?
¿Cómo? Nuestra tarea como venezolanos es sencillamente construir un mejor país,
no por nosotros, por nuestros hijos y los suyos, porque ellos no tienen la
culpa de lo que nosotros hemos permitido.
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