Lectura preliminar de los comicios del 6-D
Maduro
agoniza, patalea, viaja a Asia a endeudar más al país (qué importa, nosotros
vamos de salida) –piensa él-, cierra la frontera, declara estados de excepción
cada vez en más municipios, ahora van al Zulia, se encuentran con los guajiros,
dan largas a la situación de Leopoldo, siguen emitiendo dinero inorgánico,
inundan las calles de billetes sin soporte financiero; el gobierno pide caos,
busca un estallido, cualquier cosa que les justifique suspender las elecciones
parlamentarias del 6 de diciembre.
Con
un rechazo rotundo de más del 80% de la población medirse en comicios
electorales es un verdadero suicidio o “auto-suicidio”, como diría él. El
maltrato a los colombianos, la violación a derechos humanos, y los abusos
cometidos persiguen un solo fin: que se arme el alboroto, “es la última que nos
queda” –vuelve decir-.
El
haber expropiado fincas, fábricas, empresas, galpones, edificios comerciales, y
derivados, era una bomba de tiempo que cualquiera con conocimientos básicos de
economía sabría que no tardaría en estallar; más bien tardó demasiado. La
escasez es irreversible, inocultable, la disminución de la jornada laboral fue
otra patada al aparato productor del país; el pueblo dejó de trabajar los
sábados, ese fue el regalo del gobierno, pero a cambio ahora les toca pararse a
las cuatro de la mañana para aguantarse una cola de seis a ocho horas para
hacer mercado y encontrarse con que no se consigue nada. No hay mal que por
bien no venga, es un refrán mundialmente conocido; pero a nosotros en cuanto a
las decisiones del gobierno se refiere aplica es: no hay bien que con mal no
venga.
El
reloj sigue avanzando y pareciera ser que la mecha de caos no se enciende en el
país; el gobierno espera atentamente que se produzcan manifestaciones, utilizar
de camada un par de universitarios revoltosos y meterlos a la cárcel a ver si
la gente sale a protestar, “con atropellos se tiene que prender la cosa”
–vuelve a decir Maduro-, pero la gente está en lo suyo, no quiere más
protestas, están hartos de las acciones de calle y de ser víctimas de las
bandas delictivas del gobierno y sus “funcionarios de seguridad”.
La
mesa está servida para todo aquel venezolano que aspira un cambio en el país,
nada más hay que esperar pacientemente los últimos meses, no morder el anzuelo
y guardar energías para cuando realmente toque emplearlas: el 6 de diciembre.
Ese día si hay que salir a la calle, hacer una vez más otra cola, pero esta vez
con miras a cambiar el país, y defender aguerridamente los votos en los centros
de votación.
Al
tiempo nada ni nadie lo puede detener; a quienes han pasado todos estos años
esperando ver el desenlace de esta patética película revolucionaria, abran bien
los ojos, ¡está por terminar!
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