La OLP, ¿licencia para matar?


Venezuela es sinónimo de balas. Triste realidad a la que hemos llegado; a pesar de no decantarse abierta la guerra como en países de Oriente, la tasa de homicidios por cada cien mil habitantes le supera, y en medio del caos el gobierno lanza una operación que brinda a los cuerpos de seguridad una aparente licencia para matar.
 Los primeros destellos de la operación se llevaron a cabo hace poco más de un mes, aquella madrugada del 13 de julio cuando fuerzas del Estado invadieron la cota 905 para elaborar un operativo de seguridad sin precedentes en la denominada IV República. En la puerta de uno de los comicios electorales de mayor trascendencia para la definición del rumbo de nuestro país, el gobierno ha lazando la “Operación para liberación del pueblo” cuya finalidad hoy en día es aun cuestionada. Por supuesto, debería ser fácil determinarlo, simplemente repetir con suma sencillez que es con el fin de acabar con la delincuencia encontraríamos respuesta, pero no, no es tan sencillo, pues esa misma delincuencia y bandas organizadas han sido protegidas y encubiertas por el gobierno nacional desde que el “comandante eterno” asumiera la presidencia en el año 99, con el fin de “proteger la revolución”.
Hoy en día las cosas han cambiado, la escasez y falta de dádivas por parte del gobierno nacional ha fragmentado ese incuestionable apoyo que años atrás les brindaban las clases bajas de nuestro país; aquello ha originado que el gobierno nacional tenga que tomar nuevas posturas: si no podemos darles comida y beneficios, al menos tenemos que brindarles una sensación de seguridad; pero no, nada parece que fuese a funcionar, puesto que es sumamente difícil batallar con lo que uno mismo ha propiciado.
Hace un par de días se hizo viral un video en el cual aparecen funcionarios de la Policía de Aragua asesinando a sangre fría a personas rendidas, arrodilladas y en estado de indefensión, posteriormente se ve como transportan los cadáveres para hacerlo parecer un enfrentamiento; el martes 18 de agosto se confirmó el asesinato de otros tres presuntos delincuentes en los Valles del Tuy (Estado Miranda), y así a medida que pasan los días aumenta el número de abatidos en el país donde se decidió abolir violencia con más violencia, y una y otra vez se ha impuesto según declaraciones de testigos y grabaciones el uso desmedido de la fuerza por parte de los miembros de seguridad en el país.
A unos podrá gustarle y a otros no; lo cierto es que a la par de la “OLP” en varias zonas del país, los ciudadanos han desplegado sus propios operativos de seguridad contra la delincuencia: apaleando los malhechores, quemando sus motos, e inclusive algunos disparando a matar a quien viene a agredirle o robarle.
Más allá de las apreciaciones personales que cada quien pueda o quiera hacer respecto a la catastrófica situación de violencia que azota nuestro país, algo queda totalmente claro: vivimos en una anarquía preponderante donde nadie tiene control de la situación, es un todos contra todos: delincuentes contra civiles, rojos contra azules, policías contra el que se atraviese, guardias contra guardias por el control de las drogas, militantes contra oficialismo, gobierno contra el pueblo; en fin, un vulgar disparate, una triste comedia de país que se ha vuelto insostenible, una desgraciada realidad que a todos nos tocará afrontar.
La pregunta verdaderamente relevante en vísperas de una nueva jornada electoral es, ¿vamos a seguir permitiendo que nos destrocen más?

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