La caja reproductora de pensamientos

 

1

 

Mi creación fue producto de la soledad de Ivo Levchenko, un niño abjasio incomprendido que asediado por la interminable guerra entre los georgianos contra los estonios se dispuso a crear una caja capaz de reproducir pensamientos para hacerle compañía. El padre de Ivo Levchenko se había marchado a la guerra catorce meses atrás, y desde hacía seis que nadie sabía de él, razón por la cual mi creador vivía solo con su abuelo en una granja de mandarinas —su madre, una prostituta estonia murió durante su parto—; en uno de los establos donde anteriormente habían caballos, y luego, solo quedaba paja, fue mi concepción, o mejor dicho, fue la concepción de una posible concepción. Ivo Levchenko solo había conocido a cinco personas en toda su vida: su padre, su abuelo, el hombre de las gafas —quién venía cada tanto a comprar las mandarinas—, la mujer del hábito —quién colaboraba con su abuelo en la plantación—, y un perro llamado Imeda a quién trataba como su hermano, a pesar de que su abuelo le insistiera que era solo un animal.

Ivo Levchenko se creía parte de una raza extinta, puesto que jamás había visto a un niño como él, salvo en las fotografías de algunos libros viejos; su abuelo le decía siempre que en el planeta tierra había millones como él, y que inclusive, años atrás, él también había sido así; pero su nieto no lo podía entender, jamás había visto a nadie envejecer, jamás había experimentado algo como eso; Ivo Levchenko sentía miedo de salir alguna vez de esa granja y toparse repentinamente con esos millones de niños que su ancestro decía eran iguales a él, ¿cómo se reconocería entre todos ellos si lucían exactamente igual a él?

Al final de la tarde siempre observaba durante horas las grandes montañas a su alrededor preguntándose si en alguna ocasión conocería alguno de esos niños, y cada vez que le preguntaba a su abuelo la razón por la cual no salían de ese lugar a conocer el mundo, él le contestaba que lo harían al culminar la guerra.

A Ivo Levchenko le gustaba plasmar sus pensamientos con dibujos, rayaba todo lo que pudiera ser rayado, inclusive las paredes de la casa a pesar del enfado permanente de su abuelo; con tantas angustias, con tantas inquietudes, con tanta soledad, Ivo Levchenko pensó que si era capaz de dibujar niños como él, probablemente podría también crearlos, y así tener con quien jugar, después de todo, ¿cómo había venido él al mundo? Alguien tuvo que haberlo inventado.

En ese establo donde fui ideado por primera vez, Ivo Levchenko jugaba con sus amigos imaginarios, uno llamado Boris, y el otro Malkhazi; en el mundo de Ivo Levchenko solo habían dos clases de personas: los estonios, y los georgianos, cuando él le preguntaba a su abuelo de dónde eran, él solo respondía que eran de Abjasia, por lo que Ivo Levchenko nunca supo cuál era su verdadera procedencia; dicho todo aquello para Ivo Levchenko su amigo Boris era georgiano, y Malkhazi estonio, razón por la cual diariamente sostenían batallas por reclamar el establo perteneciente a la familia de Ivo Levchenko; mi creador siempre hacía de árbitro entre los combates de Boris con Malkhazi, a veces podían jugar los tres en paz, pero entonces salían a relucir las diferencias acerca de quién debería gobernar el establo y todo acababa.

Imeda era el fiel acompañante del abuelo, pocas veces ladraba, casi nunca gruñía, era un perro silencioso, quien solo iba al establo, cuando el abuelo ya hubiese terminado las labores. Los días en que Malkhazi se ausentaba y solo iba Boris eran los mejores, así Ivo Levchenko no debía preocuparse por las batallas sostenidas entre estonios y georgianos; por las noches Ivo Levchenko le contaba a su ancestro el resultado de las batallas del día, y él siempre muy ambiguo le comentaba que en las guerras no debía tomar partido; Ivo Levchenko no le comprendía, su abuelo siempre insistía en que georgianos y estonios eran lo mismo, ¿entonces por qué batallan? —preguntaba Ivo Levchenko—, y a esa pregunta nunca encontraba respuesta, su abuelo se cruzaba de brazos y no pronunciaba palabra.

Una tarde, mientras se desarrollaba una batalla épica entre Boris y Malkhazi, Ivo Levchenko perdió extrañamente el equilibrio al intentar escalar unas cajas de madera, cayó fuerte sobre el suelo y se golpeó el coxis, le costó tanto levantarse del suelo, que no pudo evitar la disputa que llevaban a cabo sus dos amigos; entonces Malkhazi se le fue encima a Boris y empezó a ahorcarlo hasta que ya no pudo respirar más. Ivo Levchenko gritó:

— ¡No!, ¡Malkhazi!, ¿qué has hecho? Has matado a Boris, lo has matado.

Entonces su amigo imaginario le respondió:

— Era hora Ivo, los dos no podíamos seguir viviendo en un mismo lugar, de alguna forma tenía que acabar.

— Pero, ¿por qué? ¿Por qué tan solo no resolvieron sus diferencias? ¿Había que llegar a todo esto?

— A veces la vida es así, no siempre podemos solventar nuestras diferencias.

— Malkhazi, te odio Malkhazi, no quiero verte más, ¡no quiero!, desaparece.

— Lo siento Ivo, pero ahora este establo me pertenece, me pertenece y nadie podrá sacarme de aquí.

— ¡O no!, te aseguro que yo me encargaré de hacerlo.

— Quiero verte intentándolo.

Ivo Levchenko se levantó del suelo y dio dos pasos al frente para írsele encima a Malkhazi, en su imaginación, el estonio era más grande y más fuerte, razón por la cual tras un breve forcejeo, Ivo Levchenko terminó siendo expulsado del establo.

Con los ojos cubiertos en lágrimas Ivo Levchenko salió del establo, allí lo esperaba Imeda, mi creador se tiró al suelo a llorar y empezó a contarle al perro lo sucedido, su llanto debió asustarlo, puesto que de inmediato empezó a ladrar; entonces el abuelo salió asustado, cuando su fiel mascota ladraba algo malo debía suceder; al ver a su nieto llorando desesperadamente le preguntó que ocurría.

— Es Malkhazi, es Malkhazi, ha perdido la cabeza y asesinó a Boris, además me ha expulsado del establo.

— Ivo, ya te lo he dicho cientos de veces, no debes llenarte la cabeza de esas cosas.

— Pero abuelo, ¿cómo obviarlo? La guerra es real, la he visto a través de mis propios ojos.

— No Ivo, lo que has visto es un invento de tu imaginación.

— ¿Y lo que escucho por la radio también es un invento de mi imaginación? ¿Y lo que hablas con la mujer del hábito también? Abuelo, la guerra es real.

— ¡Ivo!

— Abuelo, ya no quiero ver más a Malkhazi.

— Pues pídele que se vaya.

— No, no quiere irse, no quiere salir, dice que el establo ahora le pertenece.

— Ese establo le pertenece a nuestra familia Ivo.

— Abuelo, ¿puedes ir y sacar a Malkhazi de allí? Por favor, es muy fuerte para mí.

— Ivo, pero…

— Por favor abuelo, por favor, sácalo y te juro que más nunca dejaré que nadie entre a ese lugar.

— Está bien Ivo, lo haré, sacaré a Malkhazi, pero debes prometerme que más nunca invitarás a tus amigos a ese lugar.

— Lo prometo abuelo, lo prometo.

El abuelo entró a la casa y fue hasta su habitación para sacar su escopeta, Imeda no paraba de ladrar, entonces le hizo señas a Ivo para que se ocultara detrás de su espalda y caminó hasta el establo.

— ¿Estás seguro que está allí Ivo?

— Sí abuelo, está allí dentro, ten cuidado, es peligroso.

— No te preocupes, me desharé de él.

— Ahí está, ahí está abuelo, ¿lo ves? —Gritó Ivo desesperado mientras Imeda ladraba cada vez más extasiado.

— ¿Allí Ivo?

— Sí, ahí, detrás de las cajas.

— Malkhazi, ¡Malkhazi!, es hora de que te vayas, ese establo nos pertenece.

— No quiere irse abuelo, no quiere.

— Cuento hasta tres para que salgas: uno, dos…

— ¡Cuidado abuelo, viene a atacarnos!

Entonces el abuelo apuntó su escopeta a una de las cajas y le disparó quebrando la madera.

— ¡Abuelo!, ¡abuelo!, ¡no puedo creerlo!, le has disparado a Malkhazi, lo has asesinado, ¡lo has asesinado!

— No quiso irse por las buenas, Ivo.

— Pero abuelo, ¿tenías que matarlo? De cualquier forma, Malkhazi fue mi amigo.

— Tú mismo me dijiste que estaban en guerra Ivo, en una guerra esto es lo que sucede.

Esa misma noche Ivo Levchenko se encerró en su habitación y no salió hasta el amanecer, lloró la perdida de sus dos amigos hasta más no poder, se sintió culpable por la muerte de Malkhazi, y se percató de que la guerra sinsentido lo iba dejando cada vez más solo. 

 

2

 

La caja musical de su abuelo era otra de sus grandes compañías, cuando no era la caja musical, era la radio, pasaba horas escuchando los casetes de música clásica y rebobinando las cintas para ponerlas a funcionar; los libros eran otros de sus grandes escapes, a través de ellos viajaba a otras latitudes, y conocía a cientos de humanos que solo en su imaginación podía apreciar; debido al fallecimiento inesperado de Boris y Malkhazi, su cercanía con Imeda fue incrementándose, el perro intuyendo su soledad, abandonó las jornadas de trabajo con el abuelo, y se postraba junto al nieto de su amo a escuchar la música; Ivo Levchenko hablaba sin parar con Imeda, en su cabeza el perro podía comprender cada palabra suya, pero sencillamente no respondía debido a que los sabios prefieren hablar con el silencio, como tantas veces su abuelo le había dicho.

Una tarde de tantas, de tantas iguales, de tantas infinitas, su abuelo al percatarse de la pasión que sentía Ivo Levchenko por la música, le enseñó a grabar sus propias composiciones a través de un sofisticado sistema de absorción de sonido (un micrófono que registraba sus voces en casetes); Ivo Levchenko se obsesionó de tal forma con ello, que empezó a tocar la madera del comedor con baquetas para producir infinidad de ritmos; Imeda ladraba, y cuando Imeda ladraba se sumaba a las composiciones, y así fue nutriéndose con la magia del registro de voz. Todo era mágico, espontaneo, y nuevo en ese mundo que le permitía grabar momentos de su vida, y repetirlos después, la felicidad lo embriagaba, lo embriagaba hasta que volvía a acordarse de sus fallecidos amigos y una vez más lo consumía la tristeza.

Pasaron varias semanas sin que Ivo Levchenko pisara de nuevo aquel tétrico establo en el que murieron sus dos mejores amigos, con el tiempo el fallecimiento de ambos empezó a verse cada vez más lejano, cada vez más irreal; un día decidió volver al lugar de los hechos, así que le pidió a Imeda que lo acompañara. Salió con una decisión inalterable de reconstruir el pasado, y sin dudarlo abrió las puertas del antiguo establo; en el sitio nada había cambiado, todo seguía igual, la muerte de los suyos no había alterado la esencia del mismo, el único cambio notable era el de la caja de madera quebrada por el disparo del abuelo.

Ivo Levchenko soñó con revivir a sus amigos, devolverlos a la vida, pero, ¿cómo? ¿Cómo traerlos de la muerte? ¿Podría regresar alguien a la vida después de la muerte? Eran temas muy profundos para un solitario niño de ocho años, y cuando el ensimismamiento empezó a devorar a Ivo Levchenko, Imeda comenzó a ladrar desaforadamente, al voltearse, Ivo Levchenko notó que su abuelo estaba volviendo a casa, debía abandonar el establo, había prometido que no volvería a llevar a nadie a ese lugar.

 

 

3

 

En los dibujos de Ivo Levchenko siempre aparecía el mismo hombre, con el mismo aspecto, y en su imaginación, con la misma voz; las paredes de la casa estaban llenas de ilustraciones de aquel misterioso ser humano que se apoderaba del cerebro de Ivo Levchenko, ¿sería Boris, Malkhazi, o acaso su padre?

Ivo Levchenko ansiaba poder hablar con aquel hombre, que le hablara de sus sentimientos, que le contara sus razones, que le expresara sus pensamientos, que le dijera porqué estaba allí, entonces salió de casa para respirar, las puertas del establo extrañamente estaban abiertas, decidió entrar, era temprano por la mañana e Imeda había salido con el abuelo. Estaba completamente solo en aquel lugar; entonces vio la caja de madera reparada, había sido curada, ¿sería el hombre intentando comunicarse con él desde el más allá? En su imaginación un cuerpo se alojaba debajo de esa caja, cuya corporalidad tangible era la cabeza, entonces pensó, ¿y si la caja pudiese hablar? Si le daba una voz a esa caja, ¿no dejaría así de estar solo? ¿No tendría alguien con quien pasar las tardes?

Ivo Levchenko volvió entonces a casa, tomó el ingenioso sistema de grabación de sonido de su abuelo y empezó a grabar preguntas y respuestas, afirmaciones, expresiones con distintos sonidos, diferentes voces, así se pasó la primera tarde, también una segunda; cuando el abuelo volvía Ivo Levchenko se hacía el desentendido, más nunca había vuelto a contarle historias de guerras o batallas ficticias, el abuelo llegó a pensar que Ivo Levchenko se había curado, la muerte de Boris y Malkhazi habían sido el final de todo su enajenamiento.

Al siguiente día por la mañana, el abuelo volvió a salir, e Ivo Levchenko volvió a grabar distintas expresiones y pensamientos, diversos diálogos, las últimas palabras que les dijo a sus amigos Boris y Malkhazi, hablaba de la eterna espera a la llegada de su padre, la incomprensión a la guerra, la soledad, el miedo, la muerte, las balas; Ivo Levchenko pasaba horas al día hablando solo, y luego pasaba muchas otras escuchando sus grabaciones; cuando intuyó que ya tenía suficientes grabaciones para darle vida al hombre de su imaginación, llevó todo el sistema de grabación de sonido al establo, y lo ocultó en aquella caja de madera que tanta impresión le causaba; dicha caja estaba sobre otras dos más, pero el sonido fue depositado en la primera, y a esa primera caja le dibujó unos ojos profundos y templados, una nariz un poco deforme, labios gruesos, le colocó encima un poco de paja que simulara el cabello, y en el resto de las cajas empezó a delinear un cuerpo, con todas sus extremidades: manos, brazos, piernas, pies, torso; su nuevo amigo iba cogiendo cada vez más forma, y este, era mucho más real que lo que llegaron a ser Boris y Malkhazi. Cuando ya estuvo listo aquel ser sin nombre de su imaginación, llevó una tarde a Imeda a que le conociera, la caja comenzó a hablar, y al decir las primeras palabras el perro perdió el control y comenzó a ladrar asustado, de seguro preguntándose, ¿quién es aquel extraño hombre del establo? En ese momento Ivo Levchenko descubrió que las proyecciones de su imaginación eran mucho más fuertes, mucho más reales de lo que el abuelo decía, había creado una caja reproductora de pensamientos, pero para él aquello era algo mucho más grande, era el inicio de una nueva amistad.   

 

4

 

La obsesión de Ivo Levchenko fue creciendo paulatinamente con la guerra, esa guerra atroz que diariamente se llevaba a miles de personas y no lo dejaba conocer al mundo, era a su vez el combustible de una maravillosa creación; a los registros de voz de Ivo Levchenko empezaron a sumarse entrevistas con su abuelo, el pequeño niño abjasio escondía el micrófono bajo una manta y conducía a su ancestro a tomar asiento cerca del mismo, allí comenzaba a elaborar una serie de preguntas y respuestas sobre el mundo exterior que el abuelo ya no podía evadir. A esa forma de investigación iniciada por Ivo Levchenko donde la máxima enciclopedia eran las memorias del abuelo, se sumaron guiones, manuales, panfletos, y dibujos sobre la caja reproductora de pensamientos, caja que a la postre sería apodada por Ivo Levchenko como “Kalju”, el establo empezó a llenarse cada vez más de mayores cintas con grabaciones, y las diferentes ilustraciones y planes que Ivo Levchenko había creado en torno a Kalju; en su cabeza, la idea de aquel acompañante fiel fue evolucionando cada vez, Kalju dejó de ser tan solo una corporalidad con una voz para hacerle compañía, y empezó a convertirse en una especie de memoria virtual, un disco duro externo capaz de registrar su mundo, guardarlo, inmortalizarlo, para que en la tierra quedara siempre constancia de la existencia de Ivo Levchenko; con Kalju el niño abjasio compartía todos sus temores y pesares, Kalju era su amigo, su protección, su esperanza, y a su vez, su ventana hacia el mundo.  

Eran mediados de julio del año 1993 en la granja del viejo Levchenko, el día exacto nunca pudo ser precisado; aquella tarde el niño abjasio se encontraba grabando registros de voz con Kalju cuando llegaron a la plantación de mandarinas un grupo de soldados estonios en busca del padre de Ivo Levchenko, quien aparentemente se había unido en la lucha con los georgianos; desde una ventana en el establo el niño abjasio se percató de la llegada de los uniformados por el ruido del automóvil que los transportaba, en dicha ocasión observó por primera vez los largos rifles de los que su abuelo solía hablar con tanto temor, aquellos con la capacidad de acabar en cuestión de segundos con la vida y los pensamientos de un ser humano; desde la distancia Ivo Levchenko presenciaba como los soldados empezaban a amedrentar a su ancestro, asustado comenzó a contarle a Kalju lo que ocurría, los uniformados habían comenzado a golpear a su abuelo, lo injuriaban y rebotaban de un lado a otro como a un pedazo de basura, de repente la mujer del hábito apareció en escena y se le fue encima a uno de los uniformados, de esos largos rifles salió una bala que fue a parar en la mejilla derecha de la mujer, instantáneamente la misma cayó al suelo y más nunca pudo recomponerse, cuando el abuelo de Ivo Levchenko trató de socorrerla recibió una patada en las costillas, y luego, cuando yacía en el suelo sin aire, uno de los soldados le apuntó a la cabeza y acabó con la enciclopedia del niño abjasio.

Ivo Levchenko no se pudo contener, al ver lo ocurrido gritó a través de la ventana:

-          ¡Abuelo, abuelo!,  ¿qué han hecho con mi abuelo?

Los soldados habiendo escuchado las palabras del niño abjasio se aproximaron al establo, Ivo Levchenko no paraba de llorar, a medida que los uniformados iban acercándose le contaba a Kalju sus impresiones, trató de sosegarse, pero la desesperación era inminente; en las últimas grabaciones de Kalju se puede precisar cómo los soldados se dirigen en estonio a Ivo Levchenko, este los confronta, los insulta por haber asesinado a su abuelo, cuando los soldados le preguntan si es hijo de Andria Levchenko el niño abjasio responde que sí, lo último que se escucha son un par de disparos, y luego, un silencio eterno.

 


5

 

Años después de la guerra, la vieja plantación de mandarinas del señor Levchenko fue adquirida por un terrateniente armenio llamado Sarkis Torosian establecido en el Distrito de Graga; uno de sus empleados halló la caja de Ivo Levchenko en el establo junto a todos sus dibujos, manuales, y panfletos; en un principio pensó en desechar toda esa “basura”, pero al comunicarle a su superior (un muchacho de ascendencia armenia ayudante del viejo Sarkis Torosian) de la existencia de dichas ilustraciones, el joven fue hasta el establo para darle un vistazo antes de proceder a desechar las mismas.

Aquel muchacho armenio a quien llamaban Lorik y soñaba con convertirse en poeta, se enamoró desde un principio de las ilustraciones de Ivo Levchenko, cuando entró a la casa y vio todos esos dibujos gastados de hombres en las paredes descubrió que aquel no era un material de desecho; el joven Lorik volvió entonces al establo, empezó a observar con atención la caja que se encontraba cubierta de paja, unas leves manchas de pintura en la misma llamaron su atención, en medio de su intriga comenzó a desvestirla descubriendo al hombre dibujado en las paredes en el cuerpo de la caja, y en un extremo de ella unos pequeños cables salientes; Lorik volvió a los manuales y guiones regados por doquier, las instrucciones estaban escritas en una lengua extraña, pero los dibujos eran bastante ilustrativos, así que se dispuso a abrir la caja y fue cuando descubrió el sistema de grabación con todas las cintas de Ivo Levchenko. Curioso comenzó a reproducirlas, pasó un par de minutos escuchando aquellas extrañas voces incomprensibles para él, cuando volvió el empleado de la plantación para desechar la “basura”, el joven Lorik le pidió que subieran dicha caja junto a todos los dibujos, guiones y manuales al camión, se lo llevaría todo a Sarkis Torosian.  

 

 

6

 

Cuando el joven Lorik le llegó a Sarkis Torosian emocionado hablándole de dicha caja, el terrateniente armenio no le prestó mayor atención, le preguntó qué podía hacer con eso, y al no hallar respuesta, le dijo a su ayudante Lorik que botara todo aquello. El joven Lorik contrariado le pidió permiso a su jefe para quedarse con la mercancía, Sarkis Torosian no le prestó mayor atención y le dijo que sí, que se quedara con todo aquello, siempre y cuando no lo volviera a molestar por estupideces.

Aquella noche el joven Lorik volvió a su casa y le contó a su novia Nazeli sobre dicha caja, interesada le pidió escuchar las grabaciones y Lorik las puso a sonar.

— Ese niño tiene una mezcla de lenguas —le dijo Nazeli a Lorik.

— ¿Puedes entenderle? —Le preguntó.

— No del todo, pero conozco a alguien que si lo hará.

El joven Lorik salió caminando al pueblo junto a Nazeli y buscaron a una compañera de trabajo suya que hablaba varias lenguas de la zona debido al mestizaje en su familia, le pidieron absoluta confidencialidad y la llevaron a la caja, aquella mujer supo traducir la mayor parte de las sentencias de Ivo Levchenko.

— ¿Y bien? —Preguntó el joven Lorik.

— Esas grabaciones parecen el diario de un niño inmerso en la guerra, el niño hablaba estonio y georgiano de forma intercalada.

— ¿Son interesantes?

— Pues bien, son sus pensamientos y temores entorno a lo que estaba sucediendo; habla mucho de su abuelo, de su madre que no conoció, de su padre que se fue a la guerra, y se dirige a esta caja como Kalju, así la llama.

— Espera, no entiendo, ¿le habla a la caja?

— Sí, a veces pareciera que está hablando solo, pero en otras ocasiones pareciera que está respondiéndose, llama a la caja Kalju y elabora diálogos con ella. ¿Qué es esto? —Preguntó la mujer poliglota.

— Es precisamente lo que estamos intentando averiguar —respondió Nazeli.

Entonces el joven Lorik empezó a mostrarle a la mujer poliglota las ilustraciones y manuales elaborados por Ivo Levchenko, la mujer parecía sumamente sorprendida, Nazeli le preguntó.

— ¿Es valioso?

— No lo sé.

— ¿Qué podemos hacer con esto?

— Tengo una tía que está casada con un viejo español coleccionista de antigüedades, viven en una ciudad al norte de España llamada Vitoria; quizás pueda llamarla y preguntarle si a su esposo le interesaría, ¿les parece?

— ¿Puede pagarnos por ello? —Preguntó Nazeli.

— No, no, pero yo no quiero venderle —dijo el joven Lorik.

— Es una simple caja Lorik, ¿qué harás con ella? En un par de meses estará pudriéndose en el ático —le respondió Nazeli.

— De acuerdo, de acuerdo, llama al sujeto, pero sin compromisos, ¿vale?

— Lo llamaré, lo llamaré, ya veremos qué hacer con ella. 

 

 

7

 

Un par de semanas después la mujer poliglota buscó a Nazeli y le comentó que el esposo de su tía Mayranoush estaba muy interesado en conocer dicha caja, entonces la novia del joven Lorik le autorizó a negociar con el colector de antigüedades sin mencionarle nada a su ahora dueño.

— Está muy interesado, quiere venir en un par de días solo para ver la caja, habla con Lorik, quizás podamos sacar un buen dinero de esto.

Pasados los días el joven Lorik fue encariñándose con su nueva adquisición, luego de llegar de las largas jornadas laborales por las noches, pasaba horas escuchando las conversaciones de Kalju e Ivo Levchenko, o las de Ivo Levchenko consigo mismo interpretadas por Kalju, la verdad ni sabía, y tampoco entendía mucho, pero aun así sentía una fascinación enorme por toda la historia tras aquel artefacto.

Un jueves del mes de agosto llegó al Distrito de Graga en Abjasia un viejo español llamado Bernardo Goenaga en busca de la caja del joven Lorik, aquella tarde Nazeli aprovechó la ausencia de su novio por trabajo y fue junto a la mujer poliglota a mostrarle la caja al viejo Bernardo; la comunicación era poco fluida, puesto que la mujer dominaba muy poco el español, sin embargo a través de los dibujos y manuales que había legado Ivo Levchenko le explicó al viejo las funciones de dicha caja, pero más importante aún, la historia detrás de la misma.

Bernardo Goenaga se enamoró perdidamente de aquel artefacto de inmediato, más que del artefacto en sí, de su historia, del sueño de aquel niño abjasio que ahora podía pertenecerle, le pidió a las mujeres que le pusieran precio de inmediato, Nazeli se asustó, puesto que Lorik no sabía nada de esto, entonces la mujer poliglota empezó a negociar con el viejo español, y a medida que le explicaba a Nazeli lo que hablaban, esta empezó a perder el control.

— ¡No!, no podemos hacer esto, no podemos vender la caja a escondidas de Lorik, no volvería a hablarme jamás —decía Nazeli.

— Por el amor a Dios, este señor no está ofreciendo mucho dinero, más del que podrá ganar Lorik en diez años trabajando en los campos, no podemos desaprovechar esta oportunidad.

— Pero va a enfadarse, nos ha prohibido vender la caja, no podemos hacerlo sin su autorización.

— ¿Y tú crees que este viejo se va a esperar toda la vida a que Lorik se decida? O peor aún, si luego no quiere venderla, ¿qué pasaría? Vendámosla, cuando Lorik vea todo ese dinero se resignará.

Luego de negociar por varios minutos y disponer las sumas de dinero por escrito para así poder entenderse, la mujer poliglota llegó a un acuerdo con Bernardo Goenaga, esa misma tarde subió la caja junto a todas las ilustraciones a un camión para transportarla al aeropuerto de Babushara y llevarla a casa consigo; el joven Lorik más nunca volvería a ver su preciada caja, y a pesar del dinero que le entregó su novia Nazeli como parte de pago, más nunca volvería a hablarle.

 

 

8

 

Kalju había llegado a la ciudad de Vitoria en el País Vasco, Ivo Levchenko jamás hubiese imaginado que su creación iba a llegar tan lejos; apenas llegó Bernardo Goenaga a tierras vascas en compañía de la caja reproductora de pensamientos, se dispuso a la búsqueda de traductores para poder descifrar todos los mensajes de aquel extraño niño abjasio. Su búsqueda se prolongó por un par de meses, en dicha localidad era difícil encontrar una persona conocedora de los dialectos hablados en los alrededores del Mar Negro; no obstante, un día acudió al consulado de Georgia en su país, y finalmente le condujeron a la persona indicada para tal asunto, un joven nacido en Francia, cuyos padres se habían trasladado desde la Europa del Este huyendo de los conflictos armados, radicado ahora en San Sebastián.

El nombre de aquel sujeto era George Reim cuyo oficio era precisamente el de traductor legal. Bernardo Goenaga marchó hasta San Sebastián sin pensárselo y llegó a su casa, tocó a la puerta, y sin darle si quiera oportunidad de hablar empezó a contarle la historia de aquella misteriosa caja llamada Kalju. 

 

 

9

 

Bernardo Goenaga volvió a casa en compañía de George Reim, no tuvo que hacer demasiados esfuerzos para convencerle de viajar con él a Vitoria para conocer dicha caja; apenas llegaron se introdujeron en la habitación donde el viejo coleccionista le había depositado y empezaron a reproducir las numerosas cintas de grabación de Ivo Levchenko; el traductor, luego de un par de horas comenzó a llorar, le costaba creer la serenidad, y a su vez inocencia con la que aquel niño abjasio describía el mundo a su alrededor; viendo los manuales, dibujos, guiones y panfletos, descubrieron que la misión de Ivo Levchenko era la de crear una especie de ser humano para acompañarle en su soledad; Bernardo Goenaga y George Reim se sumergieron en los misterios y vivencias de aquel niño, pasmados por su creación no pararon hasta básicamente develar y traducir todas las conversaciones; las cintas estaban divididas por categorías, unas correspondían a los diálogos de Kajlu a través de los cuales conversaba con Ivo Levchenko, otras pertenecían a secuencias del abuelo, sus narraciones y explicaciones sobre la guerra, en otras el niño abjasio reproducía distintos sonidos y voces, y unas últimas de confidencias contadas por Ivo Levchenko a su amigo Kalju.

Al llegar al final de las grabaciones y descubrir la forma en que había muerto Ivo Levchenko, Bernardo Goenaga y George Reim se acercaron para abrazarse y se soltaron a llorar de forma ininterrumpida; finalmente el traductor nunca le cobró al viejo coleccionista por sus servicios, en vez de ello, a raíz de haber compartido las vivencias del niño abjasio, entablaron una enorme amistad.

 

 

10

 

Siete años después de haberse topado con Kalju, Bernardo Goenaga murió de una insuficiencia cardiaca a la edad de 74 años, los últimos meses de su vida los pasó en compañía de la caja reproductora de pensamientos tratando de elaborar un prototipo de cuerpo más acorde a su personalidad, dicen que en sus últimos días ya no hablaba con su esposa Mayranoush, solo se dirigía a Kalju y reproducía las grabaciones de Ivo Levchenko para hacerse compañía; antes de morir había enviado cartas a diversos laboratorios y centros de investigación y desarrollo tecnológico, en su testamento había dejado reflejado su deseo de que Kalju fuera enviado a uno de estos lugares para que en base al prototipo ideado por Ivo Levchenko y sus aditamentos, formularan el ser humano soñado por el niño abjasio; por tanto, su difunta esposa se encargó tras diversas conversaciones y trámites burocráticos de hacer llegar los estudios, traducciones y prototipos de su esposo, junto por supuesto, a la caja de Ivo Levchenko a un centro de investigación en la ciudad de Zúrich.

 

 

11

 

Casi dos décadas más tarde Kalju tomó vida propia, fue provisto de un cuerpo basado en el prototipo elaborado por el viejo coleccionista español. El centro tecnológico de inteligencia artificial en Zúrich elaboró la corporalidad junto a sus extremidades y el cerebro artificial del mismo, al cual agregaron todos los relatos y vivencias tanto de Ivo Levchenko, como de su padrastro Bernardo Goenaga.

Mayranoush de Goenaga fue invitada a la ceremonia de presentación en Zúrich, el día en que Kalju despertó y dio sus primeros pasos, la esposa del difunto coleccionista español sufrió un desmayo, minutos más tarde despertó y pidió ver a la máquina, cuando llevaron a Kalju a la habitación donde estaba Mayranoush, ella le dijo:

-          Kalju, eres como un hijo para mí.

  

 12

 

Semanas después de dicho acontecimiento también Mayranoush de Goenaga pasó a mejor vida producto de la vejez, había dicho que luego de ver a Kalju nacer no le quedaba nada más por hacer; sin embargo, sus últimas semanas las pasó junto a él hablándole de los años en que Bernardo le cuidó, la forma en que le había encontrado, y el origen de su creación a manos de un niño abjasio llamado Ivo Levchenko; aquello llevó a Kalju a pedir de forma incesante su liberación para visitar sus orígenes, el centro de investigación le denegó tal petición, pero a cambio de ello le dejó partir en compañía de miembros del centro tecnológico a la ciudad de Vitoria donde conocería el que fuera su hogar durante siete años; estando allí, y tras observar de cerca las paredes donde vivió su padrastro, Kalju pidió ir a Abjasia para conocer el establo donde Ivo Levchenko lo había ideado; junto al equipo de investigación tomaron un avión y partieron a tierras abjasias, llegaron al distrito de Graga, una vez allí, los investigadores comenzaron a preguntar por una plantación de mandarinas que pertenecía a un señor de apellido Levchenko, luego de recorrer más de medio pueblo sin recibir respuestas, se toparon con un viejo de gafas, al cual le mencionaron el apellido Levchenko e inmediatamente comenzó a llorar.

-          Yo era quien distribuía las mandarinas del señor Levchenko —dijo con voz grave.

El viejo de las gafas se ofreció a llevar a los investigadores a la granja donde vivió Ivo Levchenko, en el trayecto le contaron la historia de Kalju y los presentaron.

-          ¿Tú, tú conociste a Ivo Levchenko? —Preguntó Kalju llegando a la plantación.

-          Por supuesto —respondió el viejo de las gafas—, era un niño hermoso e inquieto, sumamente inteligente.

-          ¿Me puedes indicar dónde está el establo que queda frente a la casa? 

-          Ven conmigo, te acompañaré hasta ese lugar.

Kalju caminó con el viejo de gafas hasta el establo, cuando estuvo al frente del sitio donde asesinaron a su padre se paralizó por completo, por su memoria pasó aquella horrible grabación en la que puede escucharse el homicidio de Ivo Levchenko a manos de unos soldados estonios, repentinamente dio un par de pasos al frente y se adentró en el lugar; una vez allí un deseo incontenible de llorar se apoderó de él, y a pesar de que su biología mecánica no lo hacía apto para derramar lágrimas, sus emociones destrozadas eran perceptibles; fue entonces cuando descubrió que el mayor deseo de Ivo Levchenko se había vuelto realidad, Kalju se había convertido en un ser humano, en un digno acompañante para un niño abjasio en medio de la guerra.

Esta es mi historia, la historia de Kalju, la historia de la máquina reproductora de pensamientos, historia que escribo justo después de visitar el establo donde me creó mi padre, Ivo Levchenko.

 

 





Publicación en físico por parte de Editorial Cangrejo, por el relato ganador del Premio Distrital de Cuento Ciudad de Bogotá.


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