El futuro nos pertenece
Nada podrá evitar el derrumbe, es
inminente, las bases se encuentran deterioradas, es difícil determinar a
ciencia cierta cuándo terminará de quebrantarse el concreto socialista, pero actualmente
solo existen dos alternativas: que el edificio colapse por su propio peso, o que
la presión colisione la infraestructura; no hay escenario posible donde puedan
curarse las heridas del dinosaurio comunista. Cuando todo haya terminado no
podemos perder ni un segundo lamentándonos, mucho menos buscando venganzas, o
represalias, es a partir de ese momento donde deberemos tomar consciencia de lo
sucedido los últimos años, comprender que todo aquello que sucedió, fue
producto de nuestra propia estupidez, de nuestra propia soberbia, y no nos
quedará de otra que aprender de ello.
La revolución no fue un fracaso, así
lo deberíamos ver, puesto que nos ha enseñado cientos de cosas que no hubiésemos
sido capaces de comprender sin la crisis de por medio. Los alemanes, por citar
un ejemplo, debieron luchar contra la devastación de un Hitler (y Hitler
existió uno solo); luego con la disputa de su territorio, por años se vieron
divididos por algo más grande que una ideología, ellos sí tenían un verdadero
muro, con francotiradores resguardando su integridad y asesinando a cualquiera
que se atreviera a acercarse a él. La conmoción los unió, los hizo tomar
conciencia, en el presente han vuelto a ser una potencia mundial, y lo único
que lamentan son las vidas que se perdieron gracias a la implementación del
odio; pero la nación hoy en día está en pie, más vigorosa que nunca, más sólida,
más estable.
El optimismo es la única fórmula demostrada
para promover el crecimiento, si decimos que la revolución de Chávez no fue un
fracaso, es porque el verdadero fracaso sería no haber aprendido lo que ese
sujeto vino a enseñarnos; ahora podemos ver en él y sus sucesores todo aquello
en lo que no debemos convertirnos, todo aquello que no debemos promover: el
odio, la persecución, la destrucción, el robo, la corrupción, la demagogia, el
embuste, la intolerancia. Nadie dijo que sería fácil, no existe en nuestro
universo una estrella resplandeciente que no provenga de una colisión, de un
accidente; el nuestro fue electoral, lo pagamos caro, pero ahora somos
diferentes, ahora estamos curtidos, no vendrá más adelante ningún Donjuán a seducirnos con promesas
absurdas sobre una nación que se sostendrá por designios divinos, hemos
aprendido la importancia del trabajo, y más importante aún, se ha sembrado un
sentido de pertenencia; ahora que sabemos lo fácil que es caer en las
tentaciones de lo absurdo, podremos apreciar y también proteger con mayor efervescencia
la estabilidad, y aunque suene dicotómico proteger la estabilidad con la
efervescencia, no tengo dudas que encontraremos la forma de concretarlo.
Ahora el futuro nos pertenece, nadie
podrá robárnoslo, pues hemos aprendido como nación el poder de la unión, atrás
quedarán los años de exclusión y odios, en el pasado quedaran los días triste
en que una supuesta revolución tiñó de sangre las calles de Venezuela para
llenarse los bolsillos, pero eso ya no importará, ahora solo queda mirar
adelante.
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