La centralización de la literatura venezolana


Los últimos días de octubre del año pasado me encontraba en Bogotá por un par de semanas, estaba allí debido a algunas reuniones con editores colombianos, y aprovechando de ver libros en un país con empresas editoriales sostenibles. Quedé una tarde en reunirme con George Galo (escritor caraqueño) quien reside en la capital del vecino país, nos vimos en el parque de la 93, pero de inmediato marchamos a la librería Lerner que está un par de cuadras más arriba. Al llegar al paraíso libreríano sentí como mi estómago se retorcía, y mi corazón se estremecía, pero, ¡no!, no eran cólicos, mi colón no me estaba fallando, era que los libros costaban más de 40.000 pesos, quería comprarme unos veinte, treinta, y no podía llevarme ni uno.
Luego de pasar una media hora ojeando entre los estantes decido que ha llegado el momento de dejar de vitrinear, no es una actitud sana para quien no dispone de fondos suficientes en los bolsillos que satisfagan el placer consumista, y me resigno a esperar a volver a casa para buscar PDF´s gratis. Voy con George a la parte de atrás del establecimiento donde se encuentra un hermoso café, tomamos asiento, y de inmediato nos aborda una de las empleadas para entregarnos la carta, yo miro para los lados, no tengo sed, no tengo hambre, tampoco mucho dinero, ¡soy escripobre señorita! –me provocó decirle-. George pide un té, de esa forma nos ganamos el derecho a permanecer en aquel precioso lugar como esas sanguijuelas devora espacios, chupa WIFI, y ocupa mesas. Allí finalmente comenzamos a charlar, ¡ehhm, ujum!, chismear, tópicos del mundillo literario venezolano, esas cosas que todos sabemos y no nos atrevemos a decir en público. Pasa una hora, casi dos, el té se ha consumido hace mucho y nosotros seguimos allí, hace frío y empieza a oscurecer, decidimos entrar una vez más a librería, allí nos aborda una de las promotoras, en el piso de arriba se encuentra Octavio Escobar Giraldo, está a punto de comenzar un conversatorio sobre su obra Después y antes de Dios (Premio internacional de novela corta Ciudad de Barbastro, 2014, y Premio Nacional de novela del Ministerio de Cultura en Colombia); George debe irse, lo despido, pero yo me quedo.
Al subir las escaleras lo primero que me impresiona es la escasez de público, habrían unos veinte presentes cuando mucho, ¿cómo una ciudad tan grande, con tantos escritores, editores, artistas, políticos, y lectores, sobre todo lectores, congrega apenas veinte personas para congratular al premio nacional de novela? La respuesta no tardaría en aparecer, Octavio Escobar Giraldo es manizaleño, no dispone de un gran número de amistades en el mundillo literario bogotano (o al menos eso presumí yo), no hay cobertura de prensa, y salvo el par de presentadores, el resto de asistentes parece dormirse en las sillas.
Debo confesar que hasta aquel momento no conocía la obra de Escobar Giraldo, ¿por qué?, ¿se deberá a que es de Manizales? Cuando empieza a hablar sobre su obra tiende a irse por la deriva y rescatar nuevos tópicos, no obstante, sus bifurcaciones son cada vez más interesantes, aquel escritor también es médico de profesión (profesión que no ejerce), y en una parte de su largo discurso menciona: mi intención es demostrar la irrelevancia del manizaleño común, nosotros en Manizales no tenemos influencia para nada en la vida política, económica y cultural del país, a diferencia del bogotano, el manizaleño ve pasar sus días esperando que en la capital alguien se acuerde de ellos.
Cierro el relato de mi estancia en Bogotá, entramos en materia.

Los últimos días de diciembre publicaron en El Estímulo una lista de los ocho libros de ficción venezolanos más destacados del 2016, cabe acotar que dicha recopilación no se trata de un premio, ni una deliberación, es así, tal cual, una lista de obras a destacarse, donde el primero no es mejor que el cuarto, ni el ocho peor que el dos, es solo eso, recomendaciones; no obstante, dicha lista suscitó cierta polémica, ya que algunos han alegado que la selección carece de mujeres, y que todos los autores son caraqueños. Bien, Krina Ber es mujer, y quien escribe estas palabras es tachirense, no obstante, tienen razón quienes reclaman que sea una lista centralizada, pero no es por las razones a las que se aluden… a ver, ¿por dónde empezar?...
En primer lugar, Juan Carlos Méndez Guédez es barquisimetano, Fedosy Santaella de Puerto Cabello, aunque sí, ambos han hecho vida en la capital, pero ese tampoco es el punto neurálgico, las razones por las cuales prácticamente no hay escritores de provincia en dicha lista, es porque no hay escritores de provincia (mentiras, sí los hay, y por montón, es solo que a ellos se les hace más difícil acceder a las editoriales, no conocen al mundillo literario, no tienen la posibilidad de acudir a presentaciones de otros escritores, codearse con periodistas de grandes medios, tampoco tienen un familiar, o un amigo, que es amigo, o primo del editor tal, o del compadre del escritor tal, que puede referenciarlo con tal crítico, para que le hagan tal reseña, y en fin, en fin, en fin...), por lamentable que suene, históricamente el escritor provinciano ha estado condenado al ostracismo, y no solo ocurre en Venezuela, también en Colombia, como acabo de contarles, y para ir más allá, pasa también en los países, en los continentes,en los idiomas, y si no, pregúntenle al Gabo y a Vargas Llosa por qué se fueron a vivir a Barcelona para hacerse autores consagrados.
Todo aquel que empieza a escribir, lo hace más por un sueño, que por la búsqueda de alguna compensación económica (al menos una gran mayoría); nosotros, los escritores, tenemos almas y mentes pobres, nos produce mayor satisfacción ver nuestro libro publicado que comprar una casa o un auto, otros pueden pensar que somos estúpidos, y probablemente lo seamos, pero, ¡qué carajos!, así somos; pasamos meses, años, escribiendo una obra, para luego venderla por dos lochas, cuando el editor aprueba nuestro manuscrito para publicación brincamos de la alegría como si nos hubiésemos ganado la lotería o nos hubiesen hecho un favor, al final, recibiremos solo el 10% de cada ejemplar vendido, y salvo que nos convirtamos en el próximo García Márquez de nuestra generación y facturemos cien mil ejemplares, gastaremos más dinero viajando a Caracas un par de días a presentar el libro, que lo que representarán nuestras regalías. Por supuesto que somos estúpidos, de eso no cabe duda. Pero aun así queremos publicar, aun así queremos seguir escribiendo, no tengo idea de cómo pueda llamarse ese trastorno, y creo que tampoco me interesa, pero una vez más nos estamos desviando de la finalidad de este escrito: la centralización de la literatura venezolana.
Varias personas de provincia se me han acercado a preguntarme: ¿cómo hago para publicar un libro?, yo nunca sé que responderles, de hecho, nunca tengo nada bueno para decirles, pero si no digo nada corro el riesgo de quedar como un pedante imbécil, así que empiezo a consolarlos, a decirles antes que todo, que no es una tarea fácil, que a veces, ni siquiera importa si es buen escritor o no, sino que tenga la posibilidad (herramientas) de vender libros (eso es todo lo que a las editoriales les importa). Esas posibilidades (herramientas) van desde un amplio número de seguidores en redes sociales, fama (no importa la razón de ella), y conexiones, sí, básicamente conexiones, relaciones en importantes medios de comunicación, relaciones con críticos, con editores, con otros escritores, con dueños de portales, y todo aquel que pueda ayudarte a promocionar (vender) tu obra; y de último, y un poco menos importante: saber escribir.
Debo insistir, no es un mal que aqueje solamente a Venezuela, pasa en muchos otros países, pero, hoy en día, con las condiciones socioeconómicas de nuestra nación, aquellos hándicaps cobran mayor relevancia; es esa la razón por la cual el mercado literario venezolano está plagado casi exclusivamente de autores caraqueños, porque son ellos mismos quienes tienen las “herramientas”. Caracas, capital política y económica del país, les brinda un sinfín de posibilidades a sus autores locales, el manejo de instituciones públicas y privadas les permite financiar iniciativas, premios y condecoraciones, así pueden investirse de organismos, o medios, para adularse mutuamente y conseguir notoriedad (esta es una de las prácticas más antiguas de la sociedad, insisto, no pasa solo en Venezuela). Algunos escritores capitalinos (no todos) convocan premios, se hacen jurados, y premian a los amigos, la situación se vuelve a repetir, esta vez con otro jurado, y con otro amigo ganador; que hay excepciones, por supuesto que las hay, siguen existiendo jurados íntegros, escritores y críticos honrados apegados a su labor literaria, pero es la excepción, no la regla general. Es por ello que el mundillo cultural lo gobierna la capital, básicamente por relaciones, y no por méritos, porque allí es que se concentran los medios de comunicación, las editoriales, el poder adquisitivo y las grandes empresas, ¿qué les queda a los de provincia?, acoplarse, sumarse o desaparecer.
En el plano personal no es que haya tenido suerte, es que he insistido, y mucho, me rechazaron 542 veces, quizás más, me deprimí, ¿quién no se deprime con tanto rechazo?, tuve oportunidad de acceder a las principales editoriales luego recibir una mención en un premio literario de Estados Unidos, comencé a moverme, toqué muchas puertas, rindió frutos, también gané un premio en España (eso ayudó), pero anterior a ello había perdido en 80 ocasiones, y luego de ello, habré perdido otras 20 más; el escritor es eternamente un fracasado, se pierde más de lo que se gana, pero así somos, para eso vivimos. Luego de publicar no es más fácil, nuestro carácter provinciano nos impide acudir constantemente a entrevistas en medios nacionales, literalmente hay que “bregar”, por horrible que suene esa palabra, para que nuestra obra sea reseñada; constantemente verás que ciertos periodistas preferirán no publicar nada sobre ti, sigues siendo un escritor de provincia, y el poco espacio que hay en el diario prefieren ocuparlo con el de las obras de sus amigos, así pasa igual con las distribuciones, con los espacios en las librerías; cuando voy a Caracas visito la principales librerías y mis libros siempre están sumergidos en hoyos negros o detrás de una pared, las relaciones en la capital buscan invisibilizarnos, no es adrede, es organizado, cada quien busca sacar el mayor provecho de sus relaciones, pero el mundo funciona así, y no exclusivamente el literario, en todos los campos económicos y culturales del país el comportamiento es el mismo, la situación nos ha empujado a ello, hemos sucumbido, somos animales, y es por ello es que somos tan tercermundistas.
Algún día me plantearé forjar un sindicato de escritores en el país que tenga representación en todos los Estados, quizás así podamos ir descubriendo nuevos talentos e ir descentralizando el mundillo cultural; también me parecería una gran idea un fondo de publicaciones de autores inéditos manejado por escritores, pero por supuesto, para que aquello se concrete, se necesita dinero, un dinero que no existe en estos momentos dadas las condiciones del país; todo ello es tan solo un par de ideas sueltas, aspectos que he ido pensando y comunico a todo aquel escritor de provincia, ¿y por qué no?, también a aquel capitalino, que sueña con ver su libro publicado pero no cuenta con las relaciones, o las herramientas.
Para que el negocio editorial siga creciendo en el país debemos estar consciente de lo siguiente, en materia literaria, ocupamos los últimos lugares del continente, así como la capital ha logrado invisibilizar al escritor de provincia, lo mismo sucede en Hispanoamérica con los venezolanos, ¿las razones?, percibo, nos ha faltado madurez colectiva para enorgullecernos de los logros de los nuestros, vivimos despotricando las obras nacionales, dándole menos valor del que merecen, y no las hemos respaldado lo suficiente; en definitiva, nos sucede lo que algún día mencionará el chileno José Donoso: los escritores latinoamericanos tuvimos que esperar a que en Europa elogiaran nuestras obras, para que luego fueran elogiadas en nuestros propios países; y lamentablemente eso mismo sigue ocurriendo en Venezuela, seguimos menospreciándonos, y si nosotros mismos no sustentamos nuestras obras, nuestros escritores, y lo único que hacemos es votar pestilencias y destruir los trabajos producidos en el país, seguiremos eternamente condenados al ostracismo continental. Debe haber espacio para la crítica, pero hay que tener cuidado con las formas.
Que sirva de reflexión para los escritores de provincia, que sirva de reflexión para los escritores de la capital, que sirva de reflexión para los escritores de Venezuela.


Comentarios

  1. Tienes razón, Emmanuel! Muy buenas reflexiones, en especial la parte final que de seguro le debe doler a muchos escritores venezolanos "consagrados" en las 4 ferias que se llevan a cabo dentro del país porque fuera no los conoce nadie.
    Te felicito por tu perseverancia. Muchos más éxitos!!!!

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